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INTRODUCCIÓN mismo que para hablar de su labor patriótica tendríamos que relatar casi toda su vida apostólica. Su actuación y sus sentimientos en torno a la patria terrena llevan siempre el matiz sobrenatural; sus escritos acerca de estos temas van siempre ·dirigidos, como su predicación, a la elevación de la vida española hacia el destino sobrenatural del hombre. Como ejemplo, nos vamos a fijar solamente en los años de la Revolución francesa. Características son las expresiones que, con ocasión de la misma, encon,, tramos a cada paso· en sus cartas, y es mw de ·notar su visión c;larísima del peligro que las ideas allí sustentadas encerraban también para nuestra patria. El 27 de abril de •1790 escribe así a su compañero de misiones, el padre Eusebio de Sevilla: «Fatales notic~as son las que Vuestra Caridad me pone como públicas· en esa c;iudad, de la Asamblea de Francia; y según ellas, parece que a pasos largos caminan a observar. el sistema de los liber, tinos y filósofos del memorable siglo jlustrado, cuyas resultas ·son ésas y otras que hemos visto y habrán de· verse, si Dios con su infinita misericordia no lo remedia. Su Majestad la tenga de, nuestra España y nos libre de tanto mal» (CES 131). Y así como su espíritu apostólico le impulsaba a desear que no quedara un solo lupar de Españ¡ donde él no hubiera misionado ' (CA 273), así también, -en junio de 1793, al ver desatada la fiera de la Revolución francesa,· manifiesta al citado padre E~sebio estos, magníficos sentimientos: «Tengo intensos deseos de ir a Francia, a reducir a aquellas gentes a costa de padecer sin morir y de manifestar _con maravillas el poder irresistible de la bondad de Dios; y repito mucho: Ecce ego, Domine, mitte me. ¡ Oh, si yo lo consiguiese!>> (CA 367). En los sermones escritos por aquellos años, como la Oración fúnebre de fray Santiago Fern,ández y Melgar (número 71 de 'este Catálogo), dedi~a va, rios párrafos, extensos y patéticos, a convencer a nuestro pueblo de que sólo con la recristianización de la vida podrá detenerse el curso arrollador de la Revolución. Para convencer al Monarca de la necesidad de elevar a cruzada nuestra guerra con Francia en 1794, y venciendo indecibles repugnancias interiores, porque, conforme había escrito ya en 1790, «es eficacísimo mi deseo de que [sus Majestades] no se acuerden de mí» (CES 131), dirige a Carlos IV su célebre Memorial al Rey nuestro Señor sobre los medios esjJi– rituales para el buen éxito de la presente guerra contra la sediciosa Asam, bl'ea de la Francia (véase número 103}. Y para ver el santo empeño que nues, tro apóstol puso en atacar a la Revolución, incluso con las armas, y .. librar a Españ¡ de sus efectos destructores, hay que leer su libro El soldado católico en guerra de religión. Carta instructiva ascético,hist6rico-política, en que se propone. a un soldado católico la necesidad de prepararse, d modo con que XXV

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