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INTRODUCCIÓN Obispo de Pistoia, que tanto vocean los <<mercurios» a su favor; y verá ,el estado del emperador, que es muy diyersÓ: del que a usted habían a~– gurado. Su divina M~jestad se digne co;,,solar a su divina Espo~a. Me es muy amargo no ser el que debo para orar y ocurrir', de algún modo ,a esta gravísima necesidad, consiguiente al fin de mi vocación y de las repetidas insi;,,uaciones de su Maje.stad sobre este punto, como a usted tengo ante, riormente comunicado; ,y deseo eficazmente Íni reforma, para no ser desecha, do o exduído de esta gracia. Aseguro a usted que, en llegando estos casos, , calman mis pasiones y parece , pierden su actividad de sólo ófr las afliccio, nes del Sumo Pontífice y congojas de la ~anta romana Iglesia. ¡ 0h si fuese yo tan feliz· que lograse me hiciese Dios I el, beneficio de concederme dar la vida por esia santísima Madre I)) (CA 232). ' En marzo de 1798 ,nuestro. Beato tiene noticias de ,la prisión y destierro del Sumo Pon.tífico Pío VI, y exclama : «Yo quisiera a costa de mi vida preservar la suya de la mano de sus enemigos)) (CA 480). Y unos meses más tarde repite: «La tribulación dé la santa Madre Iglesia , y la cruel per, secución de nµestro Santísimo Padre me aflige mucho; y el consid~ra,r la indiferencia que se deja ver en los príncipes católicos me aflige más y me temo de nuestro castigo inevitable)) (CA 490). A medida que a.vanzaba en años, ese amor a la santa Iglesia y a sus dogmas, y la sumisión perfecta a las leyes disciplinares eclesiásticas y aun ,a las simples ceremémias del culto católico, ,se acrecentaban más y más en él. «Si el amor propio no me engaña -escribía a su director espiritual en 1798--, me parece que la fe de las divinas verdades y la ·adhesión a las doctrinas y modos de pensar de la Santa Sede se halla más firme y arraigada ,en mi corazón., Qué sé ,yo si diga que, daría mi vida por la menor cere, monia, de las que usa en su rito, la santa Madre Iglesia. 'Por lo men9s qai, siera y deseo decir y sentir en esto con el espíritu que lo decía la Bta. Ma, dre St,a. Teresa de Jesús» (CA 487-488).. Estos sentimientos de inquebrantáble amor hacia la santa Iglesia le acompañaron indefectiblemente a lo largo de su fecunda carrera apostólica y brotan a través, de su pluma siempre, que el asunto lo reclama o '19 per, mite. No sólo c;uando predica cinco Sermones a los protestantes eri Cádit. {véase número 132 de .este Catálogo), sino en cualquiera de sus numerosos sermones panegíricos u oraciones .fúnebres, lo mismo que en 1~ Carta a fray Joaquín de Eleta, arz:,abispo de Tebas y confesor de s: M. (número rn6), en sus dictámenes y respuestas por ese.tito a las consultSs que· se le hacen, y en su correspondencia ilimitada, siempre saldrá en 'defensa de los dogmas de la Iglesia en general y de la autoridad del Sumo Pontífice eri, parti,cuiar. XXIII

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