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INTRODUCCIÓN en los que las ed1ciones se suceden con_ una rapidez que parece más propia de nuestros días que de aquellos tiempos. En realídad, debido a la extraor, dinaria fama que por doquier despertaba el santo capuchino andaluz, las ediciones se agotan rápidamente, las reimpresiones se suceden. con breves intervalos y a veces hasta sin permiso del autor; y obras apócrifas o que simplemente se dicen recomendadas por él, alcanzan verdaderos éxitos edi- t_oriales. ' En 1796 el notario del Santo Oficio, Isidoro Hemández Pacheco, comien– za por cuenta propia en Madrid la .edición de las obras completas de fray Diego. Este se apresta a proporcionar al editor tod9s sus papeles impresos y manuscritos «pai:a que se desengañe el público -escribe él- de los que no son míos y corren con mi nombre» (véase página 98 de este Catálogo). Pero sólo cinco volúmenes alcánzó est¡ colección, quedando truncada por causa de la muerte de su bienaventurado autor. Entonces, ·al sentirse más vivamente la falta de tan venerado apóstol, sus hermanos de hábito comienzan a recoger las migajas de su palabra es, crita, que, como aroma de sus virtudes; quisieran aprisionar en las simpá, ticas ediciones preparadas por el padre Jerónimo José de Cabra y en las nu– merosas oraciones fúnebres publicadas p01." los más famosos oradores de An, dalucía en aquel entonces. Mas la natural proclividad humana hacia el ol, vido de lo que ya pasó, y los trastornos causados en toda la n3:ción , por la guerra de la Independencia, impidieron que la generación contemporánea de fray Diegó realizara sus aspiraciones de publicar todos los manuscritos iné, ditos de este insigne. apóstol del siglo XVIII. Los turbulentos años del reinado de Fernando VII · y aun de todo el si, glo XIX, con la exclaustración de los frailes llevada a efecto en 1835, fue– ron -poco propicios para la empresa de coleccionar y publicar todos los es- · critos de fray Diego. Fray Pablo de Sevilla dió a luz cuantos sermones, cartas pastorales y escritos diversos del Beato pudo haber a las manos; y en 1865 ' unos editores gaditanos, animados de nobles propósitos y seguramente im, pulsados por el ilustre y santo capuchino, fray Félix ·María de Arriete, en, tonces obispo de Cádiz, acometieron la empresa de publicar las obras com, ,pletas de su santo paisano. Pero ni fray Pablo de Sevilla logró sacar a la luz pública más que «hojas sueltasii, por así decirlo, ni los editores gaditanos con, siguieron pasar del primer volumen. A pesar de, todo, las_ obras de fray Diego. José de Cádiz siguieron alcan, zando no pocas ediciones su,eltas. Unas veces será El soldado católico en gue, rra de religión la obra que más se divulgue, porque las circunstancias de la guerra de la Ind~pendencia o fas guerras carlistas así parecen exigirlo ; otras~- XVI

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