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INTRODUCCIÓN Que el· infatigable misionero capuchino fué un sabio en este sentido, es una verdad en la que no se ha reparado apenas, a pesar de que sus con– temporáneos la proclamaron a porfía, confiriendo a fray Diego títulos y más títulos universitarios honoris causa. Y aunque su producción literaria no sea, ni muo;ho menos, fruto de investigación personal en el campo de las ciencias humanas, ni tampoco signifique, en conjunto, un verdadero avance en las cuestiones teológicas o en las ciencias eclesiásticas en general sobre el estado ya bastante deca– dente en que éstas se encontraban al final del siglo XVIII, sin embargo, fray Diego José de Cádiz tiene· el mérito de haber sabido beber su doctrina teológica en las mejores fu.entes de los doctores eclesiásticos españoles del XVI y en la escolástica medieval; ~e haber logrado utilizar todo ese acervo doctrinal en beneficio de la misión concreta de su vida : la de ser el enviado de Dios a la España oficial del siglo XVIII y el auténtico misionero del pueblo español en ef atardecer de nuestro imperio; de haber enfocado las nuevas cuestiones· teológicas del regalismo en· España, entonces tan discu– tidas, según los principios tradicionales en la Iglesia, única manera de no errar en estos trascendentales asuntos; de haber encauzado, la piedad espa– ñola por caminos de solidez, mesura y .espíritu de fe sobrenaturales ; de haber dado la batalla al filosofismo de su época -como los profetas de Israel a la idolatría importada del· extranjero, o como Jesucristo a la hipocresía del fariseísmo-, descubriendo las raíces del mal, que nos venía principalmente de Francia, envuelto en ropaje de ciencia, literatura, buena educación y maneras elegantes de ver y vivir la vida, y propinando el remedio, que era volver a lo católico y. a lo español, a lo tradicional y .a lo patriótico, a la única manera de vivir dignamente la vida, que es vivirla en todos sus as– pectos. con hondura de fe y contenido cristianos. · Para ejemplo de cómo brilló fray Diego con esta ciencia humana y di– vina ordenadas a la santificación de la vida, y de que sus contemporáneos vieron en él no sólo al santo, sino también al sabio, sabio precisamente en el sentido de adaptar y utilizar todos sus ·conocimientos para las necesidades de su época, nos permitimos recordar lo sucedido en la Universidad de Granada, en la ocasión de conferirle los grados de Maestro en Filosofía y Doctor en Teología y Cánones: «El motivo que ha tenido esta· imperial Universidad -escribe él a su director espiritual- para lo intentado y hecho, ha sido pr-incipalmente oírme rebatir los errores de este en pretensión ilús– trado siglo. Esto les llenó tanto, que los más distinguidos del Claustro en virtud y letras se expresaban con ademanes de admiración y asombro. Trataron de esto en una junta que para ello hicieron, y todos a una convinieron en XII

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