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422 ESrtlDIOs BÍBLICOs.-6erafín de Ausejo, O. F. M. dicar, es la modalidad o condición kenótica de la encarnación ya rea– lizada. El Logos.JCristo (16) se hace «carne». La kenosis soterioló– gica de Cristo queda así compendiada en 1;1 sola idea de sarz. Dos razones especiales nos inducen a considerar la sar:r como compendio de la situación kenótica de Cristo y a verla, además, re– vestida de un matiz especialísimo,, que no se encuentr;1 en la idea de S(Jlrz de San Pablo. Primeramente, San Juan establece una antítesis m;mifiesta entre la sar.x- (v. Ha) y la doza (v. 14:c) (17). Si esta do:ra se ha de en- ,(16) .Partimos, en nuestra argumentación, de que el va1or que San Juan da siempre ;ti término Logos es e\ de Lo.gos énsarkos, eJ [,ogos-'C•risto. Cf. S. DE AusEJO, art. cit. de EsTtr·Dros BíBLioos, pp. 386-889; y XVI Semana... , pági– nas 361-361. A este respecto nos parece definitivo el artículo de KrTTEL, TWzNT, liII, art. i.óro;, sobre todo, pp. 131. ss.; cf. también S. ILYoNN<ET, H ellénisrne et Christianism~, en «iBiblica», 26 (:L94~), !PP· :L26-l&. ,(17) Entre los conceptos bíblicos neotestamentarios de sarx y doxa hay una antítesis evidente. !La sarx indica el ser humano, per:> con t,odos los cartaceres de su debilidad, fragilidad, caducidad e impotencia, e iinduso de estrecha soli– daridad con el pecado {cf. Vocabulaire Biblique 2 , Neuchatel-Paris, 196, art. Hom– me, p. 1:.,'7). Dicha de Cristo, la sarx comprende esos, mismos caracteres de in– ferioridad, e incluso la semejanza del pecado, asumidos por El con miras so– terí,ológicas: kenosis orientada hacia Ja muerte redentora. En cambio, la doxa de Cristo es, fundamentalmente, el triunfo glorioso de Cristo resucitado y sen– tado a la diestra del Padre. La antítesis entre ambos ~oncepto.s es manifiesta. El pensamiento de Juan, a pesar de las apariencias, discurre por esos mis– mos cauces del pensamiento neotestamentado, aunque él sabe revestir los con– ceptos de matices propios. También para él la doxa de Jesús es, fundamental– mente, el ,esplendor de que Cristo se revistió en su resurrecc1on y ascens1on a los cielos, el cual revela y manifiesta la dignidad divina de su persona. Y cuando el Evangelista atribuye e,sa doxa a Jesús durante su vida terrestre (cf. J¡n. 2,11; iW,41; 15,5, ,etc.)'., quiere sagni,íicar un 1óert-o esplendor, un «quid divinum» que emanaba de la persona de Jesús por sus milagros, su doctrina, e incluso por el hecho de su muerte vivificadora, el cual era indicio evidentísimo de la grandeza y majestad de su ser divino. P.or consguiente, también Juan man– tiene esa antítesis entre fa sarx (kenosis) y l.a doxa (gloria). En nuestro caso de Jn. 1,14, la antítesis es .más evidente, por el determinativo que lleva la doxa; es la que corresponde al que es «Unigénit·::> del Padre». Y esta antítesis, conforme ya hemos s,uge-rido en otra .ocasión {cf. S. DE AuSEJO, art. cit. de Esrooros ,BÍBLICOS, p. 403; XVI Semana..., p. 376), estaría expresamente indi-:ada en el texto de Jn. 1,14, no sólo por la propia oposición de los conceptos, sino también por d xa1 que en el v. 14 c precede a efleodp.e8cr.. Este xccl representa, a nuestro entender, un wau adversativo hebreo. Y com) La doxa fundamental de Jesús es, para Juan, la «gloria» que Cristo posee por lo que es, por su obra en el mundo, por su muerte y, -sobre todo, ,por su -resurrección, la sarx será todo lo

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