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de los dos anteriores, que era imprescindible esculpir unos lucillos funerarios para recordar a los miembros más importantes del nuevo linaje nobiliario. Los rasgos estilísticos de las cuatro estatuas orantes descartan que puedan ser obra de Villabrille y tampoco de Galbán, de ahí que pensemos en la participación de otro escultor, aún desconocido, de la segunda o tercera década del siglo XVIII. Se intenta emular, no obstante, dentro de sus posibilidades económicas a los cenotafios de la basílica del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, modelo todavía seguido por la nobleza española de principios del Setecientos. Se descubre documentalmente que doña Josefa Leonor de Hermosa Núñez de Prado – hija primogéni- ta del primer conde de Torrehermosa – ingresó en el convento de las Concepcionistas Franciscanas de Arcos de la Frontera (Cádiz), cenobio para el que no sabemos si Villabrille pudo realizar alguna imagen devocional, pues parece que el escultor asturiano monopolizó la mayor parte de los encargos del citado noble. Al valor estético de cada una de las imágenes en el altar del convento de San Antonio del Prado, en el oratorio madrileño y especialmente en la capilla del palacio de Elsedo se debe sumar su trasfondo gene- alógico con los miembros más importantes de la familia del primer conde de Torrehermosa, donde además de él ( San Francisco de Asís ) se alude a su primera esposa (tanto en las representaciones de la Inmaculada Concepción, Virgen María niña, así como en la iconografía de la Asunción ), a sus hijos ( San Joaquín y Santa Ana) 152 , a su tercera mujer ( Santa Teresa de Jesús ), a su hermano ( San Agustín ) e incluso a su nieto ( Niño Jesús ). El sofisticado encargo de Pámanes apenas tuvo repercusión en Cantabria, salvo el retablo de la capilla del Carmen de Liérganes, pero sí en Madrid donde otros nobles siguieron la misma tónica con los grupos escultóricos de San Joaquín y la Virgen María niña que probablemente encargó el VII duque de Arcos para el convento de las Carmelitas descalzas de Salamanca o bien las figuras de San José con el Niño para el convento de las Carmelitas descalzas de Peñaranda de Bracamonte (Salamanca), obra firmada por Villabrille en 1715. Es evidente que el arte de Villabrille fue del gusto de la nobleza cortesana, creando conjuntos devo- cionales de gran calidad, pero ninguno como el de la capilla del palacio de Elsedo. PABLO CANO SANZ ejerce como profesor de Historia del Arte en la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Madrid, institución donde detenta el cargo de Jefe del departamento de Humanidades. Su período de formación culmina con el Premio Extraordinario de Licenciatura y el título de doctor en Geografía e Historia por la universidad Complutense de Madrid. La tesis doctoral versó sobre Fray Antonio de San José Pontones. Arquitecto, ingeniero y tratadista en España (1710-1774) , de cuyo texto salieron dos monografías publicadas por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2006 y la Fundación universitaria Española, 2010. Ha escrito un libro sobre el Convento de San Diego de Alcalá de Henares. Patrimonio artístico en la Guerra de la Independencia (1808-1814) , Alcalá, 2009, así como un extenso estudio titulado “Patrimonio perdido: bienes muebles en la Catedral-Magistral de Alcalá de Henares hasta 1936”, dentro del catálogo de la exposición: 500 años. La Magistral de Cisneros , Alcalá de Henares, 2015. Su última línea de investigación está vinculada a Juan Alonso Villabrille y Ron (h. 1663-1732), escultor al que ha dedicado siete artículos; precisamente sobre este artista impartió una conferencia el 3 de octubre de 2013 en el Meadows Museum de dallas. Email: pablocano@escrbc.com Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, vol. 27, 2015, pp. 143-175. ISSN: 1130-5517, eISSN: 2530-3562 Esculturas de Villabrille y Ron para los condes de Torrehermosa: la capilla del palacio de Elsedo (Cantabria) 175 152 La representación de San Joaquín hasta en dos ocasiones: una para los capuchinos de San Antonio del Prado y una segun- da en la capilla del palacio de Elsedo.

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