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del retablo mayor. El nacimiento de don Antonio María de la Concepción Acebedo y Hermosa el 5 de julio de 1716 90 hizo que ese espacio fuese utilizado por un Niño Jesús . Se conserva una fotografía de la escul- tura del Hijo de dios, pero es tan lejana que impide verificar si es obra del imaginero asturiano. Este posi- ble cambio pudo hacer que el crucifijo pasase a la sacristía. La relación entre don Antonio María de la Concepción, tercer conde de Torrehermosa (1716-1791) y su tío abuelo don Agustín de Hermosa y Revilla (1664-h.1736) no fue buena. Se produce un pleito entre las dos partes. El primero anula las capellanías creadas por su madre, mientras que el segundo exigía el pago de dichas capellanías durante numerosos años 91 . Tampoco hemos encontrado ni una sola prueba manuscrita que pruebe la ejecución de las imágenes de bulto redondo por parte de Juan Alonso Villabrille y Ron; sin embargo, los rasgos estilísticos y la compa- ración con otras obras del escultor asturiano confirman que todas las tallas devocionales son suyas, tenien- do al Niño Jesús como único caso dubitativo. Se realiza un estudio detallado de cada una de las efigies, demostrando su clara filiación con la gubia de Villabrille. Asunción (fig. 4, nº 1). Se debe identificar con doña María Núñez de Prado (1652-1695), primera espo- sa del primer conde de Torrehermosa y madre de doña Ana Antonia de Hermosa y de don Joaquín de Hermosa. La efigie aparece de pie en la calle central del retablo mayor. Es una de las figuras más cuidadas de todo el conjunto (fig. 8). La Virgen María mira hacia el cielo, donde le espera la Santísima Trinidad; este sim- ple gesto es el único detalle que permite diferenciar su iconografía, pues si no fuera por él podría confun- dirse con una Inmaculada Concepción. La Madre de dios viste túnica blanca, máximo símbolo de su pureza, únicamente interrumpido por un ceñidor encarnado, que posteriormente lanzará a Santo Tomás 92 , como comprobante de su subida a la glo- ria celestial. Villabrille cubre a la Virgen con un manto azul, de movidos pliegues y tremenda audacia com- positiva. La capa presenta tres creativos puntos de visión: primero, arriba y a la altura del cuello se abre en forma de pico, partiendo de un broche; segundo, el manto envuelve el brazo derecho, cruza por la cintura, para ser recogido en el lado contrario; tercero, los pliegues se vuelven y arremolinan en la zona inferior, buscando heterogeneidad y movimiento helicoidal, conjugando con los de la parte intermedia del cuerpo. una rica cenefa dorada recorre el orillo del manto, apareciendo y desapareciendo ante los múltiples doble- ces, extremadamente agudos. María posee el balanceo característico de muchas de las figuras creadas por Villabrille, con cierto golpe de cadera y fuertes hendiduras en los plegados para diferenciar las piernas. una mano sobre el pecho y otra en escorzo nos dan la actitud declamatoria que requiere el momento de la Asunción . Precisamente, las manos son de una delicadeza extrema, cada falange posee vida propia. Mangas de amplio vuelo y boca- mangas ajustadas ayudan a ennoblecer las pocas y estratégicas partes corporales que se hacen visibles a los devotos. La cabeza de Nuestra Señora supone el punto culminante en la visión de la obra, con ojos de vidrio, dientes de marfil y una expresión que llena de regocijo a la figura, así como a los fieles que pueden admi- rarla; por tanto, mirada y boca dotan a la Virgen María de ese pathos vibrante, característico en el arte del maestro asturiano. El suave tratamiento de la carne, cejas curvas y cabellera en ondas –con volumétricas caídas a izquierda y derecha– ayudan a crear ese estado de belleza insuperable. Su esmerada talla, con un tratamiento específico para cada hebra, confirma el hacer de Villabrille. Pablo Cano Sanz 158 Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, vol. 27, 2015, pp. 143-175. ISSN: 1130-5517, eISSN: 2530-3562 90 AHN. Consejos, legajo 28.639, nº 3, fol. 90, por su parte E SCAGEdo S ALMóN , 1932, p. 42, únicamente da a conocer el año, pero no el día ni el mes. 91 S ALTILLo , 1931, p. 91 y 93. 92 Stefano z uFFI , Episodios y personajes del Evangelio , Barcelona, Electa, 2003, p. 366.

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