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926 FR. SERAFÍN DE AUSEJO, OFMCAP 622 frase tal como nos la da el P 66 • Y creemos que la frase de este Papiro i;hov Ü!J-t'I 't'~'I &.px1¡v sufre perfectamente la traducción que propone– mos: Os dije que (soy) el Principio. Gramaticalmente, es sabido que, en las lenguas clásicas, los verbos determinantes que indican entender, hablar, decir y similares; mandan el verbo subordinado al infinitivo, con su sujeto correspondiente en acusativo; y si la oración es sustantiva, el predicado de ésta también irá en acusativo. La frase del P 66 gramaticalmente completa sería: 1;t'ltov Ü!J-t'I p.s e:!v1u 't'~'I &.px1¡v. Sin embargo, es ley común que, cuando el sujeto del verbo principal es el mismo que el del verbo subordi– nado en infinitivo, el segundo sujeto (un pronombre) se omite siempre. Y además, dentro del lenguaje neotestamentario, y por efecto de pensar los escritores sagrados en su lengua materna aramea, ordinariamente se omite el verbo ser en las proposiciones sustantivas. Si, pues, en la frase del p•• omitimos el sujeto del infinitivo p.e: y el verbo en infi– nitivo etv1u, nos resulta exactamente la frase que escribió el amanuense del P 66 • Y no es nada extraña al estilo de san Juan esta manera de construir las frases. En Ap 2, 2 se omite, evidentemente, el verbo e:Iv11t delante de &.7toll"t'ó1oui;, de la misma forma que san Juan lo omite en 1 Jn 4, 2 y 2 Jn 7 70 • La .otra aspereza gramatical, resultante de no aparecer en cada miembro de la frase contrapuesta un adverbio que corresponda a los verbos en pasado y en presente, siendo así que la segunda frase seria el objeto gramatical del verbo primero, se elimina del todo o queda muy suavizada. Porque, con nuestra explicación, tendríamos dos frases yuxtapuestas y totalmente independientes entre sí. Si esta solución tiene algún valor, el texto del P 66 debería tradu– cirse así: ¿Tú quién eres? Os dije que el Principio; lo que incluso os sigo diciendo. Porque en todo este contexto, desde el v. 12 hasta el v. 59, Jesús sigue repitiendo las mismas ideas acerca de su origen celestial, divino, preexistente, pero mirando también a su misión sobre la tierra. · Entendida así la frase del P 66 en 8, 25b, el pensamiento cuadra perfectamente con el contexto inmediato y aun con el de todo el IV Evangelio, particularmente con el del Prólogo; se liman las aspe·– rezas gramaticales de la frase; y además, el P 66 , al presentarnos aquí a Cristo como «Principio», una vez más concuerda con la idea que parece ser la justa en las versiones latinas. Resultaría, pues, de esta interpretación que, según la mente del 7 ° Cf. sobre los dos últimos lugares citados SERAFÍN DE AusEJO, El con– cepta de «ca:rne» cplicada a Cristo en el IV Evangelio, en «Estudios Bíblicos» 17 (1958), p . .(19. -20·-

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