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924 FR. SERAFÍN DE AUSEJO, OFMCAP 620 texto original, la obscuridad de la frase desaparece 66 • El Pº", con ·sólo reproducir la frase evangélica en la forma en que lo hace, ha resuelto una de las mayores dificultades exegéticas del IV Evangelio. Con el texto del Papiro Bodmer II no existe ya, en Jn 8, 25b, ninguna crux interpretum. · A pesar de todo lo dicho, aún parecen subsistir dos dificultades. 1) Al acusativo •d¡v &.py.:fiv se le da así un valor temporal equi- valente a &1t'&.py"'i\i; o a &~ &.px·~i:;. Y no deja de ser raro que san Juan use en 8, 25b ese acusativo adverbial-temporal, de indiscutible sabor clásico (aunque los clásicos lo usaban en sentido lógico, por «en suma», «en resumen» o «en absoluto»), mientras él usa siempre, en todo su «Opus» literario, el genitivo con preposición, en una de esas dos formas antedichas. Y recuérdese que el griego de san Juan no es, entre los escritores neotestamentarios, el más helenizante que digamos. 2) Si esa locución es adverbial-temporal, establece, por su propia naturaleza, una especie de marcada contraposición entre el pasado y el presente; y si al verbo en pasado acompaña -.-~'I &px1¡'1, al verbo en presente debería acompañar vüv o &p·n, en lugar de ese xocl enfático que lleva. Y esto es tanto más de notar cuanto que ambos miembros de la frase van estrechamente unidos. Porque el objeto gramatical del eho'I no puede ser otro que el segundo miembro de la frase, enca– bezado por el ií -.t tomado como relativo, o todo el segundo miembro, si el lí-t-t se toma como conjunción. De aquí que .se nos haya ocurrido otra solución de la frase del P 66 , a base de descomponerla en dos, totalmente independientes y yuxta– puestas, según es el estilo característico del hebreo en general, y particularmente de san Juan. Vamos a proponer esta solución, siquiera como simple sugerencia. Quizás con ella resulte menos forzada la exégesis de ese v. 25b, se compaginen mejor las exigencias del con– texto inmediato y aun de todo el pensamiento del IV Evangelio y se limen las asperezas gramaticales que acabamos de indicar. Por de pronto recordemos un hecho : el parentesco que existe, se– gún los que han estudiado el p•• desde el punto de vista de la crítica textual, entre este Papiro y el texto del S, del D (y grupo occidental) y de las antiguas versiones latinas • 1 • Ahora bien, es curioso que san Jerónimo, al revisar los Evangelios, dejara intacto el Principium que corresponde a '!l)'i &.px-f¡v y que en la Vulgata, dígase lo que se quiera, tiene todas las trazas de ser un nominativo. ¿No cabría el intento de interpretar la frase del P 66 por este camino? Que Cristo sea «el Principio», -~ &.p:x_-f¡, es cosa evidente por Col I, 18; Ap 3, 14; 21, 6. Más aún, en el Prólogo (Jn 1, 1) hay una es- 66 SMOTHERS, T,wo Readings .. ., p. 100. 67 Cf. lo antes dicho, página 911 de este trabajo. -18-

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