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"RiOS DE AGUA VIVA" 167 anota Wikenhauser 8 • Quizás no sería demasiado aventurado el afir– mar que los estudios del padre Rahner ha influído en los redactores de la encíclica, y a través de ellos en el ánimo del Santo Padre, para que, a pesar de la tradición contraria de la Vulgata y de las ediciones críticas del texto griego, la puntuación efesina figurara-creemos que por primera vez--<en un documento pontificio. ¿Qué grado de certeza crítica puede ooncedérsele a esta nueva y antiquísima puntuación? Desde luego, pesa no poco la tradición de la Vulgata y la de las ediciones críticas griegas. Pero las grandes dificultades que ésta crea y los esfuerzos que algunos Santos Padres, corno san Juan Crisósto• mo 9, hicieron por entender el v. 38 de Cristo, y no del creyente, de– muestran que la puntuación tradicional no satisface. Efectivamente, ha oonstituído durante siglos una verdadera "crux interpretum" señalar en qué lugar del AT se profetiza que el creyente en el Mesías se convertirá en manantial de aguas vivas. Y no se diga que se alude a una idea general del AT más que a un pasaje determi– nado. Porque, precisamente, cuando en la fórmula que introduce la cita se pone, como en nuestro caso (v. 38), "la Escritura", en singular, siempre se refiere a un pasaje o a una frase concreta del AT (cf. Jn 2, 2; 10,35; 13,18; 17,12; 19,24. 28. 36-37). Ni vale decir, con Barrett 10 , que no se sabe cuál es la frase citada: si el v. 37b, "Si alguno tiene sed... ", o el v. 38 "ríos de agua viva... "; porque, si se pone punto en mvi-rw, según la puntuación tradicional, la lógica pide que la cita esté constituída por la frase del v. 38, dentro de la cual está incluída, co– mo un paréntesis, la fórmula "como dice la Escritura", y por consi– guiente, las palabras citadas serán "ríos de agua viva... " Decir que podría aludirse a Zac 14,8, donde se promete que de Jerusalén "bro– tarán. aguas vivas"; y que, debido quizás a influencias rabínicas, san Juan hizo una transposición de la profecía, trasladando a la persona de cada creyente lo que Zacarías dijera de Jerusalén 11 , no tiene fun– damento; porque la nueva Jerusalén, la sociedad espiritual de la nue– va Alianza, nunca es, incluso en el gran simbolismo de san Juan, un creyente particular, sino la Iglesia. Y por último, tampoco parece ci- 8. A. WIKENHAUSER, Da.s Evangelium nach Johannes (Regensburg, 1948) 132, 9. Homil. 51, in Ioh. 7, 37-38 (PG 59, 283). 10. c. K. BARRETT, The Gospel according to St. John (Londres, 1955) 270 s, 11, lb 271.

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