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166 SERAFIN DE AUSEJO 6 En nuestro siglo XX la han defendido no pocos protestantes y úl– timamente la propone también Bultmann en su comentario 7 • Entre los católicos, desde que la propusiera el padre Lagrange, conforme hemos indicado, y después de los magistrales estudios del padre Hu– go Rahner, ha sido abrazada por casi todos ellos, "y con razón", como tlicos», 15 (1956) 382, nota 80; y también en el volumen de la XVI Semana Bíblica Española (Madrid, 1956], 357, nota 80), dudamos de la exactitud de tales aprec,iacio– nes, porque nos parece que ese pretendido gnosticismo doceta de las Odas se reduce a alguna que otra expresión menos feliz y doctrinalmente poco exacta. Porque ¿acaso no se encuentran expresiones poco exactas en los escritos de los primitivos Padres, y particularmente en íos apologistas, sin que por ellas los tildemos de gnósticos o herejes? Se olvida aquí, al tratar de las Odas, que no sólo estamos en la época an– terior a la fijación de íos dogmas por los Concílíos, süw que ellas constituyen uno de los más primitivos escritos cristianos. En consecuencia~ no temamos acercarnos a estos venerables cánticos. Y en la Oda 30 encontramos un magnifico testimonio en favor de la puntuación efesina, puesto que toda esta Oda es como un comentario a Jn 7,38, por presentarnos a Cristo en cuanto venero de aguas vivas. Estas aguas-dice el poeta-, «de los labios del Señor han brotado, del corazón del señor es ,su fiuir» (Oda 30,5). El parentesco de todo este breve poema con nuestro pasaje es innegable; y la alu– sión a xotAix, que aquí el poeta sustituye por zxpc{o: (término que debió de figurar en el original griego), es evidente. Ni vale la objeción de RAHNER ( art. cit. de «Biblica», p. 380, nota 1), el cual du– da si aquí «el Señor» se refiere a Cristo o al Padre. Porque, por una parte, el contex– to de la Oda, verdadero comentario del pasaje evangélico de Jn 7, 37-39, demuestra que se trata del Cristo histórico; y por otra, el vocablo iúptoc;, que indudablemente es– cribió en este verso el poeta, designa siempre, tanto en la teología paulina como en la joánica, a ese mismo Cristo histórico, resucitado y glorioso. Creemos, pues, sin nin– gún género de duda, que el tema de la Oda es Cristo, y no el Padre; que el poem0, comenta el pasaje evangélico que estamos explicando; y que expresamente entiende del «corazón» de Cristo las palabras de su seno que escribiera el Evangelista. Y no se diga (con LAGRANGE, o. c., 215), que el argumento no vale, porque en la Oda 6,12 se habla de «ministros», a quienes ha sido confiada el agua. Porque en esta Oda, en la que el poeta canta el conocimiento de Dios comparándolo con un río cau– da,loso, al hablar de los «ministros» o diáconos, se refiere principalmente a los pre– dicadores de la palabra divina. El ambiente, pues, es muy distinto del de la Oda 30; y el pasaje del IV Evangelio al que alude parece ser el de Jn 4, 13-14 (como muy bien anota L. TONDELLI, Le Odí di Salomone [Roma, 1914] 151-152 y 155). En cam– bio, la Oda 30 se circunscribe, toda ella, a comentar el discurso de Jesús en la fiesta de los Tabernáculos, tal como lo reproduce Jn 7, 37-38, Tenemos, pues, en la Oda 30 un testimonio más, y valiosísimo, por ser plenamen– te contemporáneo de la primera difusión del IV Evangelio, de cómo debe interpre– tarse-y consiguientemente leerse-el citado texto de san Juan, es decir: según la tra– dición efesina y siendo Cristo el manantial, y no los creyentes. 7. R. BULTMANN, Das Evangelium des Johannes, krit.-exeget. Kommentar über das NT ., ed. 13 (Gottingen, 1953 l 228.

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