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5 " R i O S D E AGUA VI V A" 165 quedando consagrada por san Agustín, al interpretar esos "ríos de agua viva" por la fe y las virtudes ejercidas por los creyentes en pro– vecho del prójimo. La puntuación A), seguida por la encíclica, tiene a su favor una tradición más antigua, y en sus comienzos mucho más sólida, que la anterior: está representada por la tradición efesina, puesto que la ates– tiguan los escritores cristianos de los siglos II y III que dependen más directamente del ambiente y de la modalidad con que se expandió desde Efeso la doctrina del evangelista san Juan. En la mJ.tad del si– glo III aparece también largamente difundida en la iglesia africana. Y tampoco desaparece del todo en la tradición oocidental, pues toda– vía hace acto de presencia en san Isidoro de Sevilla. Posteriormente, quizás debido a la autoridad de los grandes Padres griegos y latinos, acaba por quedar relegada totalmente al olvido 6 • 6. Para seguir la historia de la puntuación efesina a través de los códices bí– blicos y de las numerosas citas patrísticas que la avalan, véanse, principalmente, los estuclios antes reseñados (nota 4 de este trabajo l de H. RAHNER, en «Bíblica» y en «Zeitschrift f. Asz. u. Mystik», resumidos por ZERWICK, en «Verbum Domini». y PÁ– RAMO, en (<Sal Terrae». Respecto del valor critico textual de las citas de los Padres, es muy justa la ob– servación que hace MÉNARD: seguramente que los Padres utilizaban una antología de te:in-,s mesiánicos del AT, interpretados en función del NT. Y mucho má,s que la dependencia directa de san Justino o de san Ireneo o de la exégesis del Asia Menor, fueron los textos del AT recogidos en esa antología los que les indujeron a interpre– tar del Mesías como fuente de agua viva, y no del creyente, el texto de nuestro pa– saje de Jn 7, 38 (MÉNARD, art. cit. en nuestra nota 4, p. 19*-20*), Para nuestro pun– to de .vista exegético, el resultado es el mismo. Porque, tanto si aquellos primitivos Padres se guiaron por la puntuación de los manuscritos del Asia Menor, como si se dejaron llevar por la interpretación de textos mesiánicos del AT en función del NT, lo cierto es que ellos entendieron el texto de Jn 7,38 como del Me~ias, y no del creyen– te; lo cual se resuelve, prácticamente, en seguir la puntuació~ efesina o en interpre- tar el pasaje según esa tradición. Una palabra <1Uisiéramos añadir respecto de los testimonios con que Lagrange y Rahner demuestran la puntuación efesina. Aun estirando mucho la cronología de esos testimonios, se quedan a más de medio siglo de distancia del evangelista san Juan. ¿Por qué no utilizar mejor, preguntaríamos nosotros, las llamadas Odas de Sa– lomón? Nacieron éstas en un ambiente cristiano efesino, quizás no más de diez o quince af10s después del IV Evangelio, y la mentalidad teológica que transmina de sus versos es, indiscutiblemente, de inspiración joánica. Desgraciadamente se ha per– dido el o:dginal griego y sólo se conserva una traducción siriaca, encontrada a. prin– cipios de nuestro siglo. Los autores protestantes que las estudiaron, a los que siguió también la obra conjunta de los católicos LABOURT-BATIFFQL_(Les Odes de Salo– rnon [París, 1911] ), se empeñaron en descubrir en estos poemas una amalgama de ideas cristianas, judaicas y gnósticas. Quizás influidos por estas apreciaciones, La– grange y R2.hner se muestran muy reservados respecto de las Odas y aun desconfían de su testimonio. Nosotros, conforme ya hemos observado en otro lugar (Cf. SERA· l''!N DE AUSEJO, ¿Es un him-no a Cristo el prólogo de san Juan?, en «EstudJos Bi-

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