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182 SERAFiN DE AUSEJO 22 prende, según la ideología de san Juan: de una parte, el acto de la entrega voluntaria de Jesús a la muerte de cruz, para dar la vida al mundo (Jn 12,23; 13,31; 17,1); de otra, la "gloria" que Cristo tiene ca– be el Padre después de su resurrección (12,16; 13,32; 16,14), la cual conservó él siempre desde la eternidad (17,5). Pero ambos horizontes se interceptan de tal manera, que no hay exclusión ni delimitación de– finida, clara y terminante entre el uno y el otro, antes al contrario: se complementan, se reclaman y el cierto modo se funden, para incluir ambos aspectos en una sola e idéntica "gloria" de Jesús (cf., sobre to– do, Jn 13,31-32). El comienzo, pues, de esa nueva economía divina, del nuevo y de– finitivo orden de cosas mesiánico, ha de esperar hasta el momento en que alcance su plena realización la "gloria'' de Jesús. Mientras Jesús no sea "glorificado" no habrá aún para los hombres "espíritu"-eco– nomía nueva de gracias-, porque aún no se han abierto los manan– tiales que brotarán del Mesías, "de su seno", de su corazón. Se abri– rán cuando Jesús sea traspasado por la lanza y salgan de su costado "agua y sangre" (Jn 19, 34), y cuando se encuentre ya junto al Padre (16,7.14; l Jn 2,1) y envíe al Espíritu Santo, para inaugurar esa econo– mía y asegurarla a través de los siglos (Jn 14,16.26,; 15,26). En confirmación de la exégesis que acabamos de hacer quizás po– drá aducirse también otro pasaje de san Juan. Nos referimos a la fra– se con la cual termina el relato de la muerte de Cristo: « E inclinando la cabeza, entregó el espíritu» (Jn 19,30b). Verdad es que el sentido de estas palabras puede ser, sencilla– mente, el sentido natural que expresaron san Marcos y san Lucas con el verbo "expiró" (Me 15,37; Le 23,46), es decir: murió, entregó su al– ma, "exhaló el espíritu", como dice san Mateo (27,50). Sin embargo, algunos comentaristas adipiten como posible otra in– terpretación, aunque no la consideran muy probable. Por la mente del Evangelista quizás pasó esta idea, en el momento de escribir las palabras "entregó su espíritu": Cristo, con su muerte, entregó, dio a los suyos, y en ellos a los futuros creyentes, el éspírítu, la vida que les había prometido 39 • Abonarían esta interpretación las observaciones siguientes: 1) Por 39. Cf. BARRETT, o. c., 460, el cual rechaza, sin embargo, esta interpretación. En cambio, DODD, o. c., 223 y 428, procura justificarla, aun cuando no se decide ple– namente por la afirmativa.

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