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176 SERAFiN DE AUSEJO 16 Ahora bien, el genitivo (.(l)'tou , del seno suyo, del corazón dé él, no puede referirse, según la puntuación efesina, más que al Mesías, a Je– sús. Así lo reconocen cuantos, protestantes o católicos, adoptan esta antiquísima puntuación. Y a la misma conclusión llegábamos, aun cuando siguiéramos la puntuación tradicional 29 • Por consiguiente, es el Mesías, es Jesús, es su corazón el manantial riquísimo de donde co– rrerán los ríos de agua viva aquí prometidos. Llegados a este punto, alguien podría preguntarse: si la exégesis que estamos haciendo es exacta; si la palabra xoi).{(X usada por san Juan viene a significar corazón, y este corazón es el de él, el del Me– sías, el de Jesús, dno está indicando con eso el Evangelista, concreta mente, el corazón físico de Cristo? dCómo, pues, dice el Santo Padre, en su encíclica 30 , que en la Biblia, ni siquiera en el NT, jamás se re– lacionan los sentimientos y afectos de Cristo hacia los hombres cott su corazón físico en calidad de símbolo de su infinito amor? La respuesta satisfactoria creemos que es la siguiente: en todo es– te breve discurso, resumido por san Juan en dos versículos, todas las palabras-clave pronunciadas por Jesús son estrictamente metáforas: tener sed, beber, agua viva, correr o mana1.1; y es evidente que en la misma línea metafórica se mantiene también la palabra xot"/..1(.( , aun– que la traduzcamos por "corazón". No es, pues, el corazón físico, ma– terial, de Jesús el que aquí se indica como manantial de aguas vivas, sino su corazón en sentido metafórico: su voluntad, su querer, sus afectos, su amor. En una palabra: su interior, su persona, todo su ser. Es, por tanto, justa la indicación de la encíclica. Pero, si san Juan no nos habla del corazón físico y material de Je– sús, sí nos dice que del corazón de Cristo, en sentido metafórico, bro– tan esos torrentes de gracias sobrenaturales que Cristo concede a los hombres por pura donación de su amor; lo cual es abrirnos el camino (4), 18; Zac 14,8. En algunos pasajes, como en Is 44, 3 y Ez 36, 25, expresamente se re– lacionan esas aguas mesiánicas con la idea de «espíritu» nuevo que se infundirá so– bre los creyentes. Y por último un lugar muy significativo para nuestro caso, aun cuando en él no se encuentre la palabra «seno» o «corazón», sino «fuente», es el de Jer 2, 13. Aquí es Yahvéh mismo quien se define como «fuente ele aguas vivas»: «Me abandonaron a mi fuente de aguas vivas, para excavarse aljibes». Siendo Jesús tam– bién Dios, nada tiene de extraño que se presentara ante su pueblo, particularmente según nos lo presenta san Juan, como realizador visible de esa definición que Yahvéh diera de sl mismo, en cuanto «fuente de aguas vivas». 29. Cf. lo dicho anteriormente p. 170 s,. 00). 30. AAS, l. c., 317 y 326s.

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