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9 "RlOS DE AGUA VIVA" J69 El paralelismo es evidente. En la primera frase, los verbos son idénticos; en la segunda, equivalentes. En cuanto a Ios sujetos, los de la primera frase también son idénticos, aun cuando en Ap esté el par– ticipio y en Jn la condicional. Y los sujetos de la segunda frase tam– bién son, en cierto modo, equivalentes, puesto que ambos expresan la condición esencial, por parte del hombre, para poder "beber'' del agua de la vida: en Ap se acude a la voluntad del hombre; en Jn, a su fe (que también supone la libertad y la voluntad). Pero ambos participios son; para el caso, equivalentes. Casi la única diferencia, pues, que existe entre ambos pasajes está en que los elementos de la segunda frase se hallan en orden inverso, o sea: en Ap, participio y verbo; en Jn, verbo y participio. Pero lo más digno de notarse es que en Ap cada imperativo lleva su propio y distinto sujeto. Y siendo el paralelismo tan exacto, y las ideas tan idénticas, y tratándose, además, del mismo autor sagrado, ¿cómo no pensar que también en Jn las frases han de estar construí– das en idéntica forma gramatical, es decir: cada imperativo mn su su– jeto correspondiente? Por lo tanto, el imperativo de la segunda frase de Jn debe llevar su sujeto gramatical propio, distinto del sujeto de la primera frase; y este sujeto no puede ser otro que el participio ¿ mcr,¡;eówv. Luego entre este participio y eJ verbo que le precede, m~i-i:w , no debe ponerse sig– no ortográfico alguno (ni siquiera una coma), porque son gramatical– mente verbo y sujeto, sin que haya entre ellos frase incidental alguna. De esta suerte los dos lugares son estrictamente paralelos en las palabras y en la construcción gramatical. Todo lo cual nos parece un nuevo argumento, y de no escaso valor, para confirmar la puntuación efesina. De todas formas, no hay absoluta certeza crítica en favor de la puntuación efesina, corno tampoco la hay en favor de la tradicional. Pero, en conjunto, aquélla se presenta con tantos visos de probabili– dad como pueda presentarse ésta. Y la encíclica de Pío XII, dándonos preclaro ejemplo de aquella sana libertad que tanto recomendara eJ Sumo Pontífice a los escrituristas en la Divino afflanté Spiritu 13 , se ha decidido por la puntuación más primitiva, abriendo con ello un ca– mino luminosísimo para entender, como directamente dichos del co– razón de Cristo los citados versículos de san Juan. 13, Cf. NáCAR-COLUNGA, Sagrada Biblia 7 (Madrid, 1957) p. xli s,

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