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i,ES UN HIMNO A CRISTO EL PRÓLOGO DE SAN JUAN1 395 Dícese, en primer lugar, que es sorprendente la construcción del ver– sículo 18a como estico independiente. Pero ya hemos recordado varias veces que hoy se discute si el verso hebreo necesariamente ha de llevar dos esticos, según las leyes de Lowth. Más bien parece demostrarse que cada estico puede ser un verso de por sí. Y, en último caso, la independencia que va tomando, respecto de la poesía hebrea, la nueva poesía cristianl!-, justifica sobradamente que ~n ella puedan existir ver– sos de un solo estico. Que el contenido y la forma aconsejen tomar este v. 18 como espúreo o no perteneciente al primitivo himno (134), tampoco lo creemos. No la forma por sí sola: porque, aunque no se vea,aquí la uniformidad de acentos que en los demás versos, esta razón por sí sola es insuficiente. Además, los tres versos formados por el v. 18 b-c d pueden considerarse muy bien como de dos, de tres y de dos acentos respectivamente. Y tal disposición de acentos es frecuente y normal en el Prólogo. Y respecto del contenido, es verdad que San Juan y toda la 'tradición judía sabía que Moisés _había "visto" a Dios. Pero, casi al final y_a del si– glo I, San Juan sabía también, como lo sabía ya la tradición cristiana, que entre la manera de "ver" a Dios que le fué concedida a 'Moisés y la manera de "ver" a Dios que Jesús tiene en virtud de su consustancialidad con el Padre, hay una distancia infinita. Y precisamente, en la disposi– ción parabólica del Prólogo, según propone Boismard (135), el v. 18 se da la mano con los vv. 1-2; y si tampoco se quiere admitir este quiasmo en el himno primitivo (aunque, en líneas generales, creemos que debe admitirse), siempre es evidente que el v. 18 se presenta como la mejor conclusión del Prólogo, porque es su mejor resumen: se determina cla– ramente en él qué es Cristo y cuál su obra. Cristo es el Unigénito del Padre y nuestro gran revelador. Nadie, ni en el A. T. ni ·en el N., puede revelarnos a Dios como nos lo ha revelado Cristo. Por eso, termina su obra en la tierra, El sigue en el seno del Padre. Ningún profeta del A. T. estuvo en el seno del Padre, ni siquiera de manera transitoria, mientras Cristo lo está permanentemente. · En conclusión: concebido el Prólogo en la forma que proponemos, resulta de él un verdadero himno cristológico, de idéntica estructura te– mática (aun a pesar de las particularidades propias de San Juan) y de expresión literaria semejante a las de todos los himnos cristológicos que nos han conservado las cartas paulinas. (134) !bid., pp. 108-109. (135) Cf. supra, p. 381. [89)
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