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t, ES UN HIMNO A CRISTO EL PRÓLOGO DE SAN JUAN 1 313 cuáles son concretamente esos cánticos. Sus palabras podrían tener ple– nísima aplicación ,al prólogo del IV Evangelio, considerándolo como him– no a Cristo-Logos, porque ése es su contenido. Sin embargo, como Eu– sebio argumenta aquí a base de la Tradicíón y no de la Escritura, tal aplicación resultada desorbitada, sobre todo reconociendo él, como la reconoce, la autenticidad del IV Evangelio; y además, él habla en plural: salmos y cán,ticos. Más bien apunta, según creemos (9), a las Odcis de Salomón_, verdaderos himnos a Cristo-Logos, originarias de un ambiente geográfico y temporal plenamente contemporáneo de San Juan y neta– mente católico, a nuestro entender, de las cuales hemos de ha:blar aquí repetidas veces. Pero es indudable, nos parece, que ese o:TI' o:px~c; enla– za la existenci,a de himnos a Cristo-Logos con los tiempos de la era apostólica. Pero no hay por qué detenerse demasiado en la historia de los pri– meros siglos del cristianismo, cuando es el propio San Pablo quien nos da detalles muy preciosos sobre la existencia de tales himnos ,a Cristo en la iglesia naciente y nos ha conservado unos cuantos, total o frag– mentariamente. En primer lugar, el Apóstol recomienda a las comunidades de Efeso y de Colosas, de una manera genérica, que en las reuniones litúrgicas canten himnos a Cristo: Ef. 5, 19 y Col. 3, 16. En ambos lugares, y sólo en ellos, San Pablo enumera tres clases de composiciones que los cristianos deben cantar en sus asambleas eucarísticas: "Salmos, himnos y cánticos espirituales." Tres términos utiliza el Apóstol: t¡JocAp.oí:c;, Cíµvotc; Kocl c'etaí:c; 1tvwµanKai:c;, No creemos que estos tres términos indiquen una misma cosa, a pes.ar de la opinión de Cerfaux, quien, sin emba:rgo, también admite cierta variedad de cánticos entre los primi– tivos cristianos (10). A nuestro entender -y siguiendo en esto a otros autores (11)-, los salmos serían los del Salterio bíblico u otras compo– siciones, ya cristianas, de idéntica o semejante estructura; los himnos indican composiciones netamente cristianas, de forma más o menos 'I)oé– tica, que la comunidad cristiana en conjunto había de cantar en alabanza de la gloria de Cristo; y los cánticos espirituales se refieren a composi– ciones más o menos espontáneas, de tipo carismático y personal (recuér– dese lo "de proprio ingenio" del texto de Tertuliano antes citado), nací- (9) CL también J, H, BERNARD, The Gospel according to St, John (Intern, Crit, Comment. ), voL I, p, cxlvi, (10) L. CERFAUX, Hymnes au Christ des Lettres de saint Paul, "Revue dioc de Tournai", 2 (1947), p, 4, (11) CL J, MARTY, art, cit,, p, 367; E WERNER, The Conflict between Hellenism and Judaism in the Music of the early christian Church, HUCA ("Hebr, Union College Annual"), 20 (1947), p, 435, , [1]

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