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390 SERAFÍN DE AUSEJO, O. F. M. CAP. Ruckstuhl, en el Excur8U8 que dedica a la teoría de Gii.chter, para refutarla, observa que él no se permitiría rechazar los vv. 6-8 sola– mente porque manifiesten distinta tendencia de la del contexto. Reco– noce que es muy débil la conexión que puede descubrirse entre estos versículos, dedicados a subrayar la misión del Bautista, y la tendencia de todo el Prólogo, que mira a enaltecer la figura del Logos. Con todo, en v. 8, por lo menos, que, mediante el adjetivo á11.r¡8tvóv, establece cierta conexión con el v. 9, tiende a rechazar cierta sobreestimación herética del Bautista. Introducir estas observaciones personales en medio de otro contexto no es insólito en el IV Evangelio. Y, por el contrario, la inclu– sión posterior de estos versículos en el Prólogo, cuando el autor lo refunde definitivamente para introducción de su Evangelio, presenta no pocas dificultades -cree Ruckstuhl-, sobre todo si se considera el Pró– logo como historia y esos versículos como testimonio de la que se va a narrar; siendo, por otra parte, esta concepción la más natural y apro– piada (127). Y respecto del v. 15, también reconoce la falta de ritmo en él. Pero -añade en seguida- esto es señal que al Evangelista le interesaba bastante poco el ritmo en cuanto tal. Más aún, Ruckstuhl considera el v. 15 como absolutamente necesario. Porque, aunque parece romper la unión del v. 14 con el v. 16, en realidad es el propio v. 15 el que, mediante el oTL, repetido también al principio de los vv. 16 y 17, une estos versículos con el v. 14, precisamente a través del v. 15, que es su lazo de unión, por su contenido y por su forma. Mas para nosotrós es imposible compartir tal explicación. Por un lado, la concepción del Prólogo como historia sucesiva no nos parece la más apropiáda a la realidad, según hemos procurado demostrar más arriba. Y por otro, los vv. 16 y 17, a pesar del on inicial que llevan, no los consideramos como frases pronunciadas por el Bautista ni for– man parte de su testimonio, sino todo lo contrario: es nuevamente el Evangelista quien aquí habla. Y por eso, el oTL inicial no unifica los vv. 15, 16 y 17, sino que el v. 16, que contiene palabras del Evangelista, ha de ir unido al v. 14, que también son afirmaciones del mismo y no una cita del Bautista. Y si, además, tenemos en cuenta la contextura temátic.a de los himnos, es decir, la trama de sus tres ideas fundamen– tales, es evidente que este v. 15 interrumpe la marcha del pensamiento· a todas luces. El pensamiento del v. 14 e, 'l!A~pr¡c;..., exige la continua– ción inmediata del v. 16: EK -roO 'ITAr¡póµawc;... Seguimos, pues, en que, si el Prólogo tiene algo de himno cristológico, este v. 15 no puede per– tenecer a su redacción primera. No puede formar parte del himno pri– mitivo. (127) RUCKSTUHL, o. c., p. 87. {84]

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