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!,ES UN HIMNO A CRIS'.l'O EL PRÓLOGO DE SAN JUAN' 389 quiere decir -para el P. Gachter- que fueron escritos por el mismo au– tor, pero adicionados por él en fecha posterior (126). Consideramos, por tanto, que, por este doble motivo: el señalado por el P. Gachter y el indicado por nosotros respecto de la estructura temá– tica de los himnos cristológicos, no hay más remedio que considerar estos versículos como no pertenecientes al himno primitivo, aunque sí al Pró– logo en cuanto tal, en cuanto introducción al Evangelio. Por consiguiente, o el Prólogo no es un himno a Cristo, sino simplemente introducción al Evangelio, o si es un himno cristológico que durante algún tiempo tuvo existencia independiente y anterior al Evangelio, esos versículos no per– tenecen a tal himno primitivo. (126) P. GACHTER, Strophen..., pp. 104-105. Para explicar y justificar estas adi– ciones posteriores, el P. Gachter razona de esta suerte, como lo hace también respecto de los capítulos de la Cena: San Juan se servía de un "intérprete", ÉpµT)VEU-rfj<;. Y en otro lugar de la misma revista publicó otro estudio sobre el tema Die Dolmetscher der Aposte/, "Zeitschrift für kathol. Theologie", 60 (1936), 161-187. La historia de la iglesia primitiva conoce --escribe él-, incluso en un período algo tardío, la existencia del traductor oficial de la predicación apostólica. Pedro y los demás apóstoles, no muy conocedores de la lengua griega, echarqn mano del antiguo uso sinagoga!. Como Marcos lo hizo para Pedro, también alguno lo haría para San Juan en Efeso. El análisis del Prólogo y del discurso de la Cena demuestran la existencia de este personaje y las huellas de su actividad (p. 187). Este "intérprete" conservada no poco de los discursos de su maestro en el mismo·griego que éste solía hablar. Y lo mismo sucedió también para lo sustancial del Prólogo. Cuando más tarde el anciano Apóstol pensó escribir su Evangelio, su "intérprete", siempre bajo la mirada de aquél, introdujo, a su gusto y al de él, ciertos detalles que prepararan al lector. Así se advierte en Jn. 13, 34-35, para preparar los capítulos 15-16. Y así lo hizo también en el Prólogo, para preparar las escenas que comienzan en Jn. 1, 19. En lo an– teriormente redactado por él, introdujo, de común acuerdo, los vv. 6-8 y 15. El material ahora añadido lo conservaba también el "intérprete" con todo respeto, por habérselo oído al Apóstol. Y lo fué introduciendo inalterado en el texto con la aprobación de San Juan. Este tenía especial sentido de la unidad de composición de su obra. Pero, al adaptar el Prólogo para introducción de la misma, consintió en aquellas adiciones, aunque rom– pieran tin tanto la unidad primitiva. Y así se comprende por qué la lengua, el estilo, la estrófica y aun el acoplamiento de estos vv. 6-8 y 15 llevan el sello joánico y, sin embargo, son "secundarios" (Strophen..., p. 104-105). Desde luego, parecen demasiadas suposiciones las que aquí se hacen. Por nuestra parte, la cuestión se resolvería más simplemente de esta manera: .San Juan compone un himno a Cristo, donde, según el gusto de su tiempo en las iglesias de Efeso y cercanías, se resume el contenido sustancial de otros himnos parecidos, o sea: el de la predicación apostólica en torno a Cristo, de forma que ese himno sirva también como profesión de fe cristiana. Más tarde, al escribir su Evangelio, acopla el propio himno anterior para introducción de su obra y lo glosa e incluso le hace algunas adiciones, a fin de que sirva mejor para tal finalidad. Si todo esto lo hizo por sí mismo o por medio de un "intérprete", no lo sabemos. Pero el resultado es idéntico. Lo único que sí parece cierto es que estos versículos no pueden ser del mismo momento psicológico del himno a Cristo que se descubre en el Prólogo. [83]

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