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im, UN HIMNO A CRISTO EL PRÓLOGO DE ¡lAN JUAN1 379 Algo parecido acontece también respecto· de considerar a Cristo como "plenitud" de gracia y de verdad (v. 14 e y v. 16). Lo era, ontológica– mente, ya desde su vida terrena, y en cierto modolo manifestó por medio de su doctrina y sus milagros. Pero mucho más lo manifestó después de la resurrección, cuando se presenta glorioso ante ellos, asciende visible– mente a los cielos, les envía al Espíritu Santo y, sentado a la diestra del Padre, queda constituído en fuente perenne de vida para su Iglesia. Este punto de vista parecería aún más lógico si, con San Ireneo, San Atanasia y San Juan Crisóstomo, unimos el indeclinable TIA~pT]c; con el acusativo óót:a:v, en aposición gramatical (111). Pero idéntico resultado se obtiene uniéndolo al genitivo µovoyEvoüc; o mentalmente al Logos. El sentido siempre será que Cristo es fuente de gracia y de verdad, de la cual reciben todo cuanto reciben los cre– yentes. Mas lo dificil es que, si San Juan prescindiera, en estas frases, del Cristo glorioso, hubiera podido .escribir, refiriéndose exclusivamente al estadio terrestre, que estaba "lleno de gracia y de verdad". Natural– mente que lo estaba desde que Cristo es Dios-hombre. Pero los apóstoles comprendieron muy pocas cosas de Cristo durante los años que vivieron con El. Oyeron sus palabras y las retuvieron. Pero penetraron muy poco su sentido. Y no digamos si se piensa que es precisamente en el IV Evan– gelio donde Cristo habla con más frecuencia mediante palabras enig– máticas (112), cuyo sentido ni sus oyentes ni sus propios discípulos alcanzan. Y por la historia evangélica y apostólica sabemos que, hasta la venida del Espíritu Santo, los apóstoles permanecieron rudos, inca– paces de comprender las profundidades de las palabras de Jesús. Cuando le vieron resucitado y ascender gloriosamente a los cielos, y recibieron al Espíritu Santo, es cuando; por fin, se dan cuenta perfecta de lo que era Jesús. Podría, pues, haber en la idea de "plenitud" aplicada a Cristo una especie de reversión de ideas, como parece haber acontecido con el con– cepto de "gloria". La "plenitud" fundamental, como la "gloria" funda– mental en la que el Evangelista piensa, no es solamente el Hijo de Dios encarnado y durante su vida terrena, sino mucho más el Logos-Cristo, ya sentado a la diestra del Padre, ante el cual (la preposición -n:a:pá del v. 14 d pide este sentido mejor que el de la sola procedencia, ex), recibe nuevamente la "gloria" como lo que es: como "Unigénito". Entonces (111) Cf. BERNARD, o. c., I, p. 24; y KITTEL, Theol. Worterb., VI, 284, 33 ss. (112) Cf. Jn. 2, 19-21; 4, 14; 4, 30-38; 7, 33-36; 10, 6; 11, 11-14; 12, 16; 13, 10; 13, 28 s.; 16, 16-19; 21, 21-23. Véase a este propósito s. MUÑOZ IGLESIAS, Géneros literarios de los Evangelios, en "Estudios Blblicos", 13 (1945), pp. 309-311. [73]

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