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372 SERAFÍN DE AUSEJO, O. F. M. CAP. Tampoco el ÉyÉVE-ro es dificultad para nuestra exégesis, porque, aun conservando como sujeto el Logos-Cristo, esa dificultad se desvanece con darle a la palabra "carne¡, el sentido kenótico que, en sí lleva. Jesucristo se hace lo que de sí no era necesariamente; se pone voluntariamente en condición o situación kenótica, cuando en realidad le ·correspondía vivir en este mundo en situación gloriosa. El verbo y[voµm, cuando lleva, como en nuestro caso, un sustantivo por predicado, significa, efectiva– mente, "hacerse", "llegar a ser", "quedar constituído", etc. (101). Y aun así, tiene un sentido perfectamente compatible con la idea de que el sujeto es el Logos-Cristo. Cristo es el que renunció a la gloria externa y a sus derechos divinos exteriores y "se hizo" hombre humillado (tam– bién en Fil. 2, 7 Jesucristo es el sujeto del verbo ÉKÉVú)OEV); aceptó esta situación y "se constituyó" en ella. Naturalmente que, si "in obliquo" ,por lo menos, no se incluyera en esta frase el hecho mismo de la encarnación; es decir: si Cristo Jesús no fuera verdadero Dios y verdadero hombre, el v. 14a no tendría sen– tido. El Hijo de Dios no estaría en situación kenótica si previamente no hubiera asumido la naturaleza humana. Y ambas verdades -la en– carnación y la modalidad kenótica de la misma- se nos enseñan en la frase Kal 6 Aóyoc; aó:pt; ÉyÉvE'to. Pero creemos que se ha insistido tanto en la primera, que se ha esfumado y aun eliminado del todo la segunda, como si la finalidad principal de San Juan fuera demostrarnos que Jesús es verdadero hombre. Nosotros, "salvo meliori", creemos que caben muy bien ambas verdades dentro de la misma frase; pero que, en la mente de San Juan, según se ve por el contexto inmediato y por las frases de San Pablo, se destaca más la segunda, tan esencial en la predicación apos– tólica como lo fué en la vida real del Cristo histórico, que no la primera, de la que no había por qué dudar. Quizás los modernos exégetas e histo– riadores concedan excesiva importancia a los gnósticos docetas, como si fueran el blanco principal contra el que San Juan escribió su Evangelio. El nos dice simplemente que lo escribió para que creamos "que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios" (Jn. 20, 31) y no para demostrarnos que era verdadero hombre. Pero aún nos queda .por decir algo respecto del significado kenótico de aápt;. Todos los comentaristas están concordes en que el Prólogo, una vez adaptado para introducción, guarda relación estrechísima, por los temas que toca, con el cuerpo del Evangelio. Ahora bien, en el cuerpo del Evangelio, conforme hemos demostrado poco ha, solamente en el dis– curso del Pan de Vida utiliza San Juan la palabra aáp~ para referirse (101) Cf. F. ZoRELL, Lexigon graecum N. T.' (París, 1931), art. y(voµm. [66]

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