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354 SERAFÍN DE AUSEJ0 1 O. F. M. OAP. gicos con los trozos poéticos de la Biblia en el A. T., por fuerza descu– brirá diferencias esenciales en la disposición del tema y en la marcha del pensamiento, puesto que cada verso de estos himnos, aunque esté cons– truído a base de antítesis, es un pensamiento completo por sí solo. A lo más podría compararse con algunos pasajes poéticos del libro de la Sabiduría, donde afloran ciertas modalidades más modernas (76). En estos himnos cristológicos, los esticos están constituidos, con re– lativa frecuencia, de forma individual, mediante una frase corta, breví– sima, de dos o tres acentos (77) ; abundan las proposiciones participia– les y relativas; y, a pesar de la monotonía de la construcción gramatical, se advierte en ellos un lirismo de lo má.s puro, exquisito y espiritual que pueda imaginarse. Las estrofas no se forman a base de dísticos, trísticos o polísticos en general, porque la unidad métrica o poética no es el dístico, sino el estico individual. La división en estrofas no dependerá, pues, según nuestro parecer, de la forma, sino de la contextura del tema. En los himnos cristológicos aparece la división tripartita que ya hemos regis– trado, exigida por el tema, como tripartita era también, por su tema, la división de los himnos helenísticos del Asia Menor, dedicados a los Césares y anteriormente a los dioses. Ya hemos dicho que esta división pierde bastante de su triple simetría estrófica con el correr del tiempo, como se ve en los hi:6:inos al Logos de las Odas de Salomón, y mejor aún en Clemente de Alejandría, porque el poeta amplía inmensamente algu– na de las partes o se desentiende de la otra (78). Péro en los himnos himnos cristológicos y los datos que nos ha suministrado el ambiente helenístico podrían iniciar una ruta para resolver la cuestión. (76) Tampoco aparece en ellos el isosilabismo o idéntico número de sílabas en cada verso. Este comienza en la literatura siríaca del siglo IV y pasa mucho más tarde a los cristianos grecolatinos, los cuales, a su vez, lo transmiten, junto con la ason.ancia y consonancia recibidas de los árabes, a las literaturas modernas. Y volviendo al origen de la nueva poesía cristiana, he aquí la conclusión a la que llega WERNER, en un extenso y bien documentado estudio: "El material de la música de la Iglesia (primitiva] era de origen hebreo y siríaco, excepto las formas hímnicas, que son un tipo nuevo, creado por una interrelación intrincada y una interreacción entre el espíritu sirio y el helenístico" (E. WERNER, The Conflict between Hellenism and Judaism in the Musir: of the early christian Church, en HUCA ["Hebrew Union College Annual"], 20 (1947], p. 468). . (77) Esto vale principalmente para los que se nos han conservado mejor en su forma literaria primitiva, como serían I Tim. 3, 16 y Col. 1, 15-20; y naturalmente que vale también, como veremos, para el prólogo de San Juan. En cambio, en Fil. 2, 6-11 y Hebr. 1, 2-4 se conserva muy bien el tema, que ha seguido la línea característ~ca de los himnos, pero quizás no tanto su forma literaria primitiva, porque el autor sa– grado se ha preocupado más de glosar la idea que de conservar el verso. (78) G. ZUNTZ, A piece of early christian Rethortc in the N. T. Manuscript 1739, en "Journal of theological Studies", 47 (1946), 69-74, estudia un manuscrito del siglo X, [48]
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