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350 SERAFÍN DE AUSEJO, O. F. M. CAP. de este ambiente religioso. No es de maravillar, pues, que sintieran ne– cesidad de sustituir los numerosos trozos hímnicos del culto pagano que hasta entonces habían practicado, y que estaban en el ambiente, con otros himnos religiosos netamente cristianos. Ni tampoco es de extrañar que las comunidades cristianas enteras sintieran idéntica necesidad, porque incluso los venidos del judaísmo traían también las costumbres de la Sinagoga, donde, junto a los cánticos sagrados, se habían introdu– cido oraciones y cánticos recitativos (64). A esta necesidad acudirían los cristianos capacitados -¿ y por qué nÓ, también, los propios após– toles de aquellas iglesias y, concretamente, San Pablo y San Juan?-, componiendo himnos a Cristo, ,para ser cantados por las comunidades en los actos de culto; y posteriormente, según las ocasiones, los propios apóstoles aludirían a tales himnos, cuando escribían a esas mismas co– munidades, porque sabían que todos los "hermanos" los habían apren– dido de memoria. De todas formas, dos cosas parecen comprobadas: que en las ,primi– tivas comunidades minorasiáticas existía un personaje encargado de componer los himnos y de dirigir el culto, perteneciente a la "gerusía" (y aun quizás era el mismo presidente de la comunidad), comparable al óµvCpOÓ<; o 9EÓAoyo<; del culto de Artemis; y que la estructura de los himnos cristológicos guarda cierto parecido, en cuanto a la mera dis– posición del tema, con los himnos helenísticos de aquella época y en aquellas regiones. Respecto de la existencia de tal personaje, ya San Justino, en la descripción de los ágapes cristianos, indica cómo el presidente de la reunión cultual ha de entonar atvov Kal 5óE,av al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, respondiendo todos los concurrentes con la aclamación hebrea amén (65). Y San Ireneo nos habla del anciano o divino emba– jador, pregonero de la verdad, 6 9Eto<; npEo~Ú-rl'}<; Kal KftpuE, Úl<; O:AT]· (64) Cf. E. PERCY, Die Probleme der Kolosser- und Epheserbriefe (Lund, 1946), p. 39, nota 33, donde, a pesar de que antes negara 1a existencia de trozos de estilo rítmico en la Sinagoga (p. 38, nota 32), reconoce que en la liturgia sinagoga! se en– cuentran acumuladas oraciones participiales referentes a Dios, de las que aduce dos ejemplos representativos. Del mismo estilo -añade-- pueden citarse oraciones litúr– gicas de la antigüedad cristiana, como los párrafos que se leen en Constitutiones Aposto– licae, 7, 25 [PG 1, 1.016 s.). Y también aquí hemos de añadir que, precisamente este trozo litúrgico a que se alude, en el que no es tan difícil advertir cierto ritmo, contiene, clarísimas, nuestras tres ideas fundamentales: que por El üesús) creó Dios todas las cosas y las gobierna; que El se hizo hombre para padecer y morir por nosotros; y que resucitó glorioso y está sentado a la diestra de Dios Padre y nos dará la resurrección de entre los muertos. (65) S. IuSTINUS, Apol., 65 (PG 6, 428). [44]

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