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¡ES UN HIMNO A CRISTO EL PRÓLOGO DE SAN ,JUAN' 349 literaria, equidistantes de la poesía hebrea y de la métrica clásica; o mejor, más cercanos de la primera que de la segunda, como más cercano era también el tema que habría de cantar. Esto no obstante, los himnos cristológicos, precisamente porque tal vez no fueran tan carismáticos como los "cánticos espirituales" de que nos hablaba el Apóstol, y por lo mismo eran menos personales y más cer munitarios en. cuanto al uso, iban cobrando una forma poética bastante estereotipada, así como uniforme y estereotipada es también la temática de los mismos, a pesar de su relativa libertad en el modo de tratar ese tema único. Tal vez en esto los cristianos de la era apostólica pertenecientes a las iglesias helenísticas que tenían por centro a Efeso fueran tributa– rios -indirectamente-- de los himnodas, óµvcti5o[, que existían en Asia Menor con anterioridad al culto de los emperadores y particularmente en Efeso, en el culto de Artemis (62). Por lo menos es curioso observar que los himnos apostólicos a Cristo se conservan precisamente en las Epístolas de la Cautividad, destinadas a un ambiente efesino o de igle– sias cercanas y similares, que es también el ambiente del prólogo de San Juan y el de las Odas de Salomón (63). Muchos cristianos procedían (62) Hemos hecho una insinuación y sentiríamos que fuese mal interpretada. Vamos a explicar un poco nuestro pensamiento. Los himnodas, úµv(¡)l:>o[, existían ya en Asía Menor antes del culto a los empera– dores. Formaban grupos y sociedades de cantores, cada cual con su himno correspondiente, transmitido a veces de padres a hijos, aunque no consta si habían de cantarlo solos o a modo de "capella". Aparecen en inscripciones romanas de la época de los Césares. Pero parece ser que existían en Pérgamo, Esmirna y Efeso desde el siglo II a. C. ; y en esta última ciudad, relacionados con el culto de Artemis. Llevaban el título de úµvepl:>o[ o_ de 01:.07'.oyo[, y con frecuencia, ambos títulos juntos, seguidos, a veces, del genitivo y1:.pouo[a:c:;, y participaban oficialmente en el culto como heraldos de la diosa, can– tando himnos para celebrar sus glorias (cf. PAULY-WrssowA, Real-Encyclopadie der classischen Altertumswissenschaft, Supplem., VII [Stuttgart, 1940}, art. "Hymnodoi", pp.' 279-281; A. DEISSMANN, Licht vom Osten [Tubinga, 1923], p. 297; C. SPICQ; Les Epitres Pastorales, p...CLXIII, nota 4). ¿Tiene esta costumbre alguna relación con. los compositores de himnos cristianos? Naclie osaría afirmarla, por lo menos de una manera directa. Falta en absoluto docu– mentación y puntos de referencia. Además, el tema es tan esencialmente distinto (Cristo y Artemis), que resulta totalmente imposible cualquier acercamiento. Sin embargo, indirectamente, por el ambiente al que antes aludíamos de las iglesias de Efeso y regiones limítrofes, esa costumbre hubiera podido tener algún influjo sobre los cristianos de aquellas regiones, para que sintieran más la necesidad de éntonar him– nos a Cristo. Porque, ¿cuántas ideas no recogió también San Pablo del ambiente de aquellas mismas regiones? Más aún, ¿podría decirse que el título de 81:.ó:\oyoc:;, dado a San Juan por algunos escritores de los primeros siglos, mucho antes de la elaboración teológica de la gran era de los Padres, tiene relación con· esta costumbre, introducida precisamente entre los cristianos de Efeso? (63) Cf. L. ToNDELLI, Le Ode, p. 135; LABOURT-BATIFFOL, Les Odes, p. 121. [43]
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