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344 SERAFÍN DE AUSEJO, O. F. M. CAP. sagrado, lo mismo que San Juan en su primera carta, ni indica su nom– bre ni el de los destinatarios, sino que entra de lleno en la enunciación y en el fondo de su tema, presentándolo de pronto en magnífica síntesis. Pero, más aún que con la I epístola de San Juan, esta introducción de Hebreos es comparable con el prólogo del IV Evangelio y "constituye, como él, un resumen densísimo del pensamiento doctrinal que domina la obra: la excelencia sin igual de Cristo, Hijo de Dios, encarnado, crea– dor, providente, revelador, salvador y rey soberano de la humanidad re- · dimida, objeto de la fe y de la esperanza de la comunidad cristiana. La. epístola a los Hebreos es una catedral de líneas poderosas y armónicas; y penetramos en ella por un pórtico ricamente esculpido, donde en se– guida descubrimos toqos los motivos de adoración" (57). Las ideas teológicas esenciales, ,que luego desarrollará el autor en gran parte de su obra, son: Cristo es el revelador del Padre, su medianero en la creación y heredero -por derecho y por donación- de todo, el universo, puesto que es expresión de la sustancia del Padre; realiza la purificación de los pecados de los hombres ; y después se sienta a la diestra de Dios, de quien recibe un nombre infinitamente superior al de los ángeles. En cuanto al tema, también esta introducción reúne los elementos esenciales del "kerigma" apostólico y de las primitivas profesiones de fe cristiana. Pero ¿ se trata de un himno a Cristo? En 1947 escribía Cerfaux que podíamos tener aquí reminiscencias de un himno (58). Limitándonos todavía al tema, advertimos aquí, desde luego, la presencia de todos los elementos ideológicos que hasta ahora hemos ido encontrando como esenciales en los himnos a Cristo. "La idea dominante es la del gran drama de la historia de la revelación y de la salud, en cuyo centro está Cristo. Este tiene relaciones transcenden– tes con Dios, interviene en la creación del mundo, ocupa un lugar privi– legiado y definitivo en la revelación, y purifica a los hombres del pecado. Estos aspectos múltiples del ser del Hijo y de las fases diversas de su función cósmica e histórica indícanse aquí sin orden, como es costumbre en San Pablo, pero se pueden agrupar bajo tres epígrafes, que luego se irán ampliando paso a paso, a lo largo de la carta: Cristo es presen– tado a la mirada de los hombres con los atributos de un profeta que habla en nombre de Dios, de un rey celestial que se sienta a la diestra (57) ' SPICQ, o. c., p. l. (58) CERFAUX, Hymnes au Christ des Lettres de saint Paul, "Revue dioc. de Tour– nai", 2 (1947), p. 7. [38)
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