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338 SERAFÍN DE AUSEJO, O. F. M. CAP. Así llegamos otra vez a la conclusión antes apuntada: los himnos a Cristo contenidos en los escritos paulinos celebran lo que Cristo es en su ser teándrico, su exaltación gloriosa y su entronización como fuente de vida sobrenatural y la realización de su obra en la tierra mediante su kénosis y su muerte en la cruz. Cada uno, pues, a su modo, así el him– no de Filipenses como este de Colosenses, contienen la sustancia del "kerigma" apostólico y constituyen una verdadera profesión de fe cris– tiana. e) 1 Tim. 3, 16: He aquí otro himno a Cristo, fragmentario, desde luego, en cuanto al tema, pero esta vez citado literalmente. Y mientras en los demás him– nos cristológicos, suponiendo que en ellos se tratara de citas, no tenemos quizás la expresión literaria primitiva en toda su exactitud, en éste es evidente que sí. El ritmo de estos seis versitos es clarísimo; su estructura, de dos acentos cada uno, muy sencilla; no hay trabazón gramatical, sino que cada frase, regida por el relativo oc; del principio (que ni siquiera forma parte del primer verso, sino que iría al principio del himno, no conservado aquí) es independiente; los seis verbos están en aoristo pa– sivo, con su correspondiente complemento cada cual, siempre con la preposición é.v, menos el tercero, que no la tolera. La sencillez y el fres– cor de esta pequeña composición, que suena también a profesión de fe en Cristo, es de un lirismo extraordinario y respira tal unción religiosa, que parece como si, con sola su lectura, estuviéramos escuchando aún el eco de aquellas primitivas comunidades cristianas, perseguidas, incom– prendidas, pero gozosas de poder cantar, aisladas de todo lo exterior, estos himnos maravillosos a Cristo "quasi Deo", a quien sabían presente en medio de ellas. Si nos atenemos al contexto que inmediatamente precede a la cita, parece ser que el himno celebra el gran "Misterio" de la Iglesia de Dios vivo, columna y sostén de la verdad. Este gran "Misterio" no se conside– ra, como es lógico, desligado de Cristo; antes al contrario, tan es una misma cosa con El, objeto único de la profesión de fe de la Iglesia, que a renglón seguido, mediante el relativo masculino oc;, a pesar de no pre– cederle gramaticalmente ningún nombre masculino, cítanse los versos del himno, cuyo tema, por consiguiente, vendrían a ser, conjuntamente, Cristo y la Iglesia. Pero, aunque Cristo y la Iglesia jamás se consideren, ni mucho menos aquí, desligados el uno de la otra, el himno ni es propiamente eclesioló– gico ni su tema es precisamente el gran "Misterio", es decir, Cristo y su [32]

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