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i, ES UN HIMNO A CRISTO E'L PRÓLOGO DE SAN JUAN 1 335 Como Cristo es la clave y el intermediario del primer plan divino de la creación sobrenaturalizada -la única creación histórica-, así también lo es en el segundo plan, después que el primero quedó desqui– ciado en sus líneas arquitectónicas por el pecado. En este nuevo orden de cosas aparece una nueva entidad, la Iglesia, que es cuerpo de Cristo y de la que Cristo es cabeza. Cristo es la "cabeza", porque de El parte la vida hacia el "cuerpo" ; El lo rige, lo mantiene uni– do y le da eficacia, ya que lo ha constituído instrumento único para rea– lizar su obra de restauración. Siempre en este nuevo plan, Cristo es también el "comienzo", ªPX~, porque el nuevo orden de cosas comienza con la muerte y la resurrec– ción de Cristo y' durará para siempre (cf. 1 Cor. 15, 23-28,) ; y es "el pri– mogénito de entre los muertos", las "primicias" de la humanidad futura, ya comenzada en este mundo por la redención aportada por El. Así en este nuevo orden, comenzado aquí y duradero para toda la eternidad, Cristo tendrá también la primacia absoluta y universal, según el desig– nio de Dios, por el cual quedó constituido como "primero en todq" (44). Y la razón de toda esta primacía es porque plugo a Dios que todo el "pleroma" residiera en. Cristo. "Cristo es pleroma de Dios -hemos es– crito en otro lugar- en doble sentido: porque en El queda condensada toda la virtud divinizadofa (sentido pasivo), y porque El debe "llenarlo" todo, sohrenaturalizarlo todo (sentido activo); y esta misión la ejerce Cristo mediante la Iglesia" (45). Pero en el nuevo orden de la restaura– ción, Cristo ha tenido que "reconciliar todas las cosas" con Dios: v. 18 "El es también la cabeza del cuerpo, de la Iglesia; El es el comienzo, el primogénito de entre los muertos, para que resulte El el primero en todo; v. 19 pues en El tuvo a bien residir todo el "pleroma", v 20 a y por El reconciliar todas las cosas consigo". Según se ve, la segunda idea fundamental de este himno nos presenta a Cristo como clave del orden restaurado, en el que Jesús ocupa la pri– macía absoluta y universal. ~·{ también nos parece descubrir aquí cierta correlación entre esta segunda estrofa temática y la tercera estrofa o idea fundamental que vimos en el himno de Filipenses. Aquel Cristo que en su triunfo recibe un nombre sobre todo nombre, un nombre que en– cierra en si absoluto poder en los cielos y en la tierra, aquel que recibe el glorioso nombre de Kyrios, es el mismo que aquí se presenta, después (44) Cf. MASSON, o. c., p. 102. (45) SERAFÍN DE AusEJO, La "unidad de fe" en Ef. 4, 5 y 13, en "XIII Semana Bíblica Española" (Madrid, 1953 ), p. 191. [29]

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