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i ES UN HIMNO A CRISTO E'.L PRÓLOGO DE SAN JUAN' 327 de los demás himnos cristológicos, conservados por San Pablo total o parcialmente, será idéntica, en sus líneas fundamentales, con la del que acabamos de estudiar (33.). b) Ool. 1, 15-20: Aquí tenemos otro himno, que,, si bien tiene algunas diferencias, en cuanto a la estructura, respecto del anterior, es, como él, igualmente maravilloso por su contenido cristológico; y en ciertos aspectos relati– vos a las grandezas de Cristo, incluso le super:a. Por los criterios arriba indicados y por el análisis literario ,que en seguida hemos de hacer, es evidente que este trozo presenta una estructura hímnica indiscutible. Además, queda encuadrado en una acción de gracias, que le sirve de in– troducción (vv. 3-14), la cual parece :pedir este prorrumpir del alma en alabanza a la graµdeza de Cristo, manifestada por sus obras: por su intervención en la. creación del mundo y repar.ación del género humano. Cristo es el sujeto gramatical de todas las frases. La finalidad del pasaje es establecer la preeminencia absoluta de Cristo sobre todas las cria– turas de los cielos y 9e la tierra, en el mundo presente y en el venidero, (33) Hemos soslayado, hasta ahora; el problema literario que entraña este himno, y es· conveniente decir siquiera dos palabras en torno a este problema. ¿Es este himno original de San Pablo, quien Jo habría compuesto, por consiguiente, con ocasión de redactar su carta a los Filipeqses, o es anterior a él, de forma que, ya existiera en la iglesia de su tiempo y él se limitara a citarlo, tal vez glosándolo o, por lo menos, introduciendo en él algunas modificaciones? También en este punto hay soluciones para todos los gustos. Descartando, ,por im– posible, la idea de una adición posterior a la Epístola, ya que el contexto de todo el· capítulo II de Filipenses lo eiige, dos soluciones, principalmente, se presentan: 1) J. M.ª GONZÁLEZ Rmz (o. c., p. 42) observa, con Cerfaux, que este himno se en– cuentra perfectamente encajado en su contexto inmediato, sin que se advierta señal alguna de sutura de ninguna clase. Lo cual es muy verdad, en el sentido de que el mismo con– texto exige aquí la presencia del himno. Pero esto no ex,plica todavía el hecho extraño, que no se da, por ejemplo, en el himno de Col. 1, 15.-20, de por qué encontramos aquí una serie de términos no pertenecientes al vocabulario paulino ni siquiera, en parte, al del resto del N. T., cuales son: EV µopcpfi 0E00, o:p-rcayµ6c;, EKÉVCuOEV, EV óµou:b– µan, ETa'TIE[Vü>OEV, ÓTIEpÚljJCuOEV, 2) Por eso creemos con BONNARD ( o. c., p. 47) que la ,posición más sólida es pensar que se trata de un hi.n:¡no primitivo, ya en uso entre los Filipenses, que San Pablo introduce aquí con miras a la exhortación. Por eso respeta los términos, aun siendo tan extraños a su manera habitual de expresarse, e incluso los deja -sin eiq,licarlos, porque los sabe ya conocidos de sus fieles. Aunque ,parezca, pues, este himno original de San Pablo por razón del contexto inmediato y represente fielmente su cristología, en realidad es de procedencia eclesiástica y anterior a él, como dice también J. SCHMITI, T ésus ressuscité dans la prédication apos– tolique (París, 1949), pp. 98 s., como resumen del estudio que hace de est1: texto, en el capítulo dedicado a los Veftigios de las primitivas plegarias (pp. 85-105). [21]

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