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326 SERAFÍN DE AUSEJO, O. F. M. CAP. ' diosas, que forman nueve esticos generalmente de tres acentos cada uno. En castell'ano puede disponerse as.í: v. 9 "Por lo cual Dios lo exaltó y le otorgó el nombre [que está] sobre todo nombre, v. 10 para que al nomb:m de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, v. 11 y toda lengua confiese, para gloria de Dios Padre, que Jesucristo es Kyrios". Es la parte más destacada del himno. Las dos anteriores le servían de base. Ahora es ya la glorificación de Cristo la que rige las ideas. San Pablo tiene ante los ojos del alma a aquel Jesús, real e histórico, pero glorioso, triunfante, espiritualizado, que había conocido en la. visión del camino de Damasco y en su experiencia mística frecuente. Este Jesús, por su kénosis, consiguió, definitivamente, un nombre que encierra tan absoluto poder, en los cielos y en la tierra, que toda rodilla tendrá que prosternarse ante El y reconocerle como Dios. Y si este nombre puede concretarse en uno determinado, éste será el sagrado nombre de ,Kyrios, equivalente, en la sobe:rnnía y poder divinos que en sí entraña, pero re– vestido ante la faz del mundo de esplendores de gloria divina, al tetra– grámmaton inefable de "Yahvé" (32.). Grandioso es en realidad el cuadro de todo este pasaje. El tema en– tero, en sus tres ideas fundamentales, constituye un .verdadero himno majestuoso y armónico en su triple prospección de la persona de Cristo: en su ser, condiciones y derechos divinos; en su vida y en su muerte, modelo de los sentimientos de todo cristiano; y en su gloria. Estas tres ideas fundamentales -lo que Cristo es como Dios hecho hombre, su vida humilde y su muerte en la cruz, y la exaltación glorio– sa de su resurrección y ascensión a los cielos, quedando · entronizado como Kyrios, rey y señor del universo---, con variantes más o menos destacadas, según los diversos autores y .finalidad de sus escritos, for– man el núcleo del primitivo credo cristiano, porque son el contenido sus– tancial del "kerigma" apostólico. Y precisamente por esto, la temática (32) Aquí habría ocasión de destacar hasta qué punto llega el convencimiento que tiene San Pablo, judío cien por cien, de la divinidad de Jesús, cuando lo equipara al mismo Dios, cuyo nombre es inefable y el lugar de su habitación inaccesible. Pero Jesús hombre era también Dios. Pablo lo sabe. Tiene incluso experiencia personal de ello. Por eso entona en su honor este magnífico canto de alabanza, que, para un judío no creyente en la divinidad de Jesús, sonaría a horrible blasfemia. [20]
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