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¿ES UN HIMNO A CRISTO EL PRÓLOGO DE SAN JUAN7 321 de aquella gloria divina que le era debida; es el aspecto de la humilde vida terrena de Cristo. El segundo se refiere a la muerte. Aquel "despo– jarse" dura hasta la muerte y culmina en la muerte de cruz, es la supre– ma manifestación de la humillación de Cristo. La. condición de vidá humilde llevada por Cristo durante su perma– nencia terrena se describe bajo la fórmula µopq>r¡v .5oúA.ou Aa~óv. Esta "forma servi", no alude tanto al hecho de hacerse hombre, cuanto a las ·condiciones especiales externas en que quiso desarrollar su vida. Y estas condiciones -creemos que en este punto es muy acertada la su– gerencia de Cerfaux (20)- se enlazan con las previstas por Isaías para el 'e~ed Yahvé, sometido al menosprecio de los hombres, realizador del plan divino de la salud. La profecía isaiana del Siervo de Yahvé fué lu– gar clásico en la era apostólica para describir las humillaciones y la muerte de Jesús (cf. Act. 8, 32-35), como Is. 6, 9-10 lo fué para com– pendiar el poco éxito de la predicación personal de Jesús entre su pue– blo (21). Con esto, la fórmula µop<J>TJ'I:' 5oúAou Aa~óv reviste un carácter religioso, además de humillante, como fueron de hecho la vida y la muer- te~~~ . Así se ve con toda evidencia cómo C'risto puede ser, y debe serlo siempre, modelo de humildad para todo creyente. Se despojó, tKÉVC.UO'EV, de sus condiciones divinas en lo externo, para presentarse en condicio– nes de siervo y reaJizar asi los planes de Dios (22) . Ha prevalecido. durante mucho tiempo la idea de que la kénosis de Cristo consiste principalmente en que el Hijo de Dios se haya hecho hombre asumiendo la naturaleza humana. La encarnación vendría a ser como un misterioso "despojarse" de algo divino, para revestirse de la naturaleza humana. Todavía Cerfaux pretende, en cierto modo, herma- (20) L. CERFAUX, LfHymne au Chfist-Serviteur de Dieu..., pp. 424-437. Y más bre– vemente en lo., Jesucristo en San Pablo, p. 322-323. (21) Cf. Mt. 13, 14 ss.; Me. 4, 12; Le. 8, 10; Jn. 12, 39 ss. (22) Pueden presentarse varias objeciones a esta exégesis de Cerfaux, cuando rela– ciona nuestro pasaje con el ya citado de Isaías sobre el "Siervo de Yahvé". La principal sería que ni lsaías ni la primitiva liturgia cristiana, en cuanto 'puede conocerse por el libro de los Hechos (cf. Act. 4, 27, 30), llaman a Cr:sto 50011.oc ;, sino siempre 'ITO:L<;, que pone a Cristo en relación con el Padre de una manera más suave, más íntima, más religiosa y nada. humillante. También la Didajé (9, 2, 3; 10, 2) y SAN CLEMENTE DE ROMA (en su J Cor. 49, 2 ss.) utilizan el mismo nombre de 'Ttcxí'.c;. Sin embargo, al intro– ducirse en la descripción de la vida de Cristo su sacrificio y su muerte, a cuyo ejemplo morirían después los mártires, es natural que, si en el aspecto meramente litúrgico, descriptivo de la Intima unión de Cristo con el Padre, prevalecía la palabra 'lta¡c; con el genitivo 0Eo0, incluso traduciendo la idea isaiana, cuando se trataba de destacar la humillación y la muerte redentora de Jesús sin especiales miras a sus relaciones con el Padre, se tradujera esa misma idea del profeta por la palabra 60011.oc; ., de más sabor sacrifica! que 'ITO:Í:c;. í15] 21

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