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314 SERAFÍN DE AUSEJO, O. F. M. CAP. das del impulso religioso del momento, pero siempre edificantes para la asamblea (12). Estos himnos y cánticos han de dirigirse al Señor ('re;'> Kup(C¡), es decir, a Cristo), según el texto de Ef. 5, 19. Pero en Col. 3, 16 dícese que se dirijan a Dios (,0 8E0), que sería Dios Padre o simplemente Dios. Sin embargo, hay en este último lugar una variante muy significativa. El P 46 , del siglo m, que es el manuscrito más antiguo de las epístolas de San Pablo, lee también aquí -re;'> Kup(ep, al Señor, a Cristo. Tal vez lo auténtico sea esta lección, por más antigua y por estar más en conso– nancia con la realidad de los fragmentos hímnicos conservados por San Pablo y aun con la vida de. los primitivos cristianos, de la que Cristo era siempre el centro y el alma (13). Además de estas frases generales de San Pablo respecto de los him– nos a Cristo, el Apóstol ha recogido en sus escritos varios fragmentos bastante amplios de tales himnos y aun himnos enteros. Concretando más: mientras sólo nos ha conservado dos claros fragmentos de him– nos dirigidos a Dios (1 Cor. 2, 9 y l 'l'im. 6, 16.), son s,eis, por lo menos, los himnos por él conservados y cuyo tema es Cristo. Tres, en forma muy fragmentaria (Ef. 5, 14; 1 Tim. 1, 17; 2 Tim. 4, 18); uno, algo más ex– tenso (1 Tim. 3, 16); y dos, que, a nuestro parecer y por lo que al tema en sí se refiere, están enteramente completos (Fil. 2, 6-11; Col. 1, 15- 20). Existe, además, el comienzo de la epístola a los Hebreos, que reúne también, por su tema, aunque tal vez no tanto por su forma lite:mria, todas las características de un himno a Cristo (14). Alguien podría preguntarse cuáles son los criterios que tenemos para determinar si tal o cual pasaje paulino encierra un himno cristológico más o menos litúrgico, seguramente cantado por los fieles de la época apostólica. Estos criterios no son nada arbitrarios. Como después vere– mos, al tratar de la forma lite:mria de estos himnos, las características (12) A esta interpretación, por lo que respecta a los "salmos", podría oponerse I Cor. 14, 26, donde las palabras "cada cual tiene un salmo" parecen indicar que se trata de uno de tantos carismas sobrenaturales de la primitiva iglesia. Pero, si bien se mira, este texto en nada se o,pone a nuestra interpretación de Ef. 5, 19 y Col. 3, 16. En primer lugar, porque el contexto es totalmente diverso: en estos últimos lugares no se trata de dones carismáticos sobrenaturales, al modo de la glosolalia, etc. Y segundo, porque aun en I Cor. 14, 26 habría que ver si las palabras citadas no se refieren, más que a un carisma sobrenatural del momento, a la capacidad de componer, previamente, "salmos" o himnos -que también es un don de Dios--, para llevarlos luego a la reunión de la comunidad, donde servirán para edificación de todos. (13) Cf., igualmente, CERFAUX, l. c., p. 4. (14) En I Petr. 2, 22 aparecen ciertos vestigios de un himno -precisamente cele– brando la kenosis de Cristo-, cuya extensión temática primitiva y cuya forma literaria original no es fácil descubrir. Nosotros nos limitamos a los escritos paulinos. (8]

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