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¿ :l!:S tJN HIMN.O A CRISTO EL PRÓLOGO DE SAN JUAN t 27 l t:<:n cuapto a la estructura de los himnos, es de notar que ya la himriografía más antigua de la época clásica los construía a base de tres partes: la invooación del dios, por sus distintos nombres o por los principales lugares a él dedicados, para confesar su poder ; la petfción de que el dios venga, vea, oiga, ayude al que le invoca, aun– que a veces falta esta segunda parte, porque el himno es «objetivo», sin miras particulares o egoístas del autor; y por último, se desta– ca la parte ép~ca, formada ,dé! _t;emas de alabanza, de recordación de los sacrificios· a él ofrecidos o de sus anteriores hechos, para ensal– zar su grandeza; y entonces, los atributos dirigidos al dios, expresa– dos por frases relativas, nombres yuxtapuestos, adjetivos o partici– pios, forman cadenas interminables (67). Y el caso es que también en la entronización de los reyes de Egipto y. del Antiguo Oriente se daban las tres fases de este cere– monial, que luego sobrevivió en épocas posteriores. Estas tres fa– ses son : «l." Elevadón: el nuevo rey recibe la cualidad divina en una soleinne ceremonia simbólica; 2.ª Presentación: una vez deifi– cado, preséntase a la corte de los dioses; 3.ª Entro 1 nización: por fin, recibe el poder» (68). Estos tres aspectos parecen darse -anota Spicq- en la carta a los Hebreos (1, 5. 6. 8-13). Y el himno de • I Tim. 3, 16, citado por San Pablo, parece haberse concebido sobre el tema de la entronización real (69). Y es que el carácter polémico, de abierta oposición a los cultos paganos, no está del todo au~ente de los himnos cristológicos que San Pablo nos ha conservado, pres cisamente porque nacieron en un ambiente que se había rodeado y supersaturado de tales costumbres hímnicas. «He aquí por qué San Pablo opone la verdadera epifanía del Dios verdadero a la de los soberanos profanos y trasplanta a la nueva fe los términos reli– giosos corrientes, dándoles su pleno sentido, el único verdadero. Sólo Cristo es el ¡.,.á 1 cci; 6eóc;, el Señor y salvador del género humano. Frente a los emperadores de Roma, la profesión bautismal confiesa al ~cccrtAEoi; aq,Oap-coi;, ccfawc;, ¡.,.óvoi; Oeóc; (I Tim. 1, 17). A la época de las Pastorales, el cristianismo tiene suficient:e madurez para tomar abier– tamente posiciones, desde el punto de vista doctrinal, contra el sin– cretismo político-religioso del paganismo. Los fieles de Cristo por (67) 1 PAULY-WtSSOWA: R,Ml-Encyclop,, art. «Hymnu,s,,, vol. rx, pág. 144-140 {68) SPrcQ: Epítres Pastorales, pág. 108. (69) /bid, p:íg. 108-109,

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