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238 ESTUiD!OS BÍBLicos.-Fr. S. de Ausejo, O. F. M., Cap. a la manifestación de Cristo en su humanidad» (23). Posteriormente,. parece aclarar mejor su pensamiento, coincidiendo bastante más con la exégesis que proponemos aquí, cuando escribe, como corolario de haber citado 2 C'or. 8, 9 ~«se hizo pobre, siendo rico»): «En vez de escoger el camino del honor, escogió el de la humildad que le ofrecía su Padre, tomando la forina humana humillada, es decir, la de sier– vo» {24). Esto es ya más exacto, a nuestro entender. Y mejor aún lo que a continuación expresa: «Nuestra fórmula no se refiere direc– ta y exclusivamente al momento de la encarnación, sino a la huma– nidad de Cristo tal y como se presentó en toda su vida mortal ; se refiere a su aparición en su humanidad como un todo, sin insistir en el paso de la preexistencia a la existencia temporal. Esta es la men– talidad de San Pablo; la encarnación, como nosotros la concebimos, es decir, como el momento en el que Cristo toma carne, no tiene in– terés alguno para San Pablo. Su interés radica en la humillación en una vida humana; el que se manifiesta en la humildad de la carne, el Cristo según la carne, es en reaHdad Hijo de Dios. Posee esta dig– nidad, pero momentáneamente se despojó de sus privilegios» (25). Esto último, sí. Que la kenosis consista en el despojarse Cristo de sus privilegios y asumir condiciones de vida simplemente huma– nas, es lo que creemos genuíno pensamiento de San Pablo. Pero lo otro, que la kenosis consista, a secas, en que el Hijo ,de Dios tome naturaleza humana y, por consiguiente, que el sujeto de la kenosis sea el Hijo de Dios antes de encarnarse, no representa, creemos, el verdadero pensamiento del Apóstol. Y lo afirmamos así por múltiples razones. Primeramente, no parece exacto decir que el Hijo de Dios se hu– milla-y mucho menos que se despoja de algo, que es el significado propio del ÉXÉvroaev-, por asumir o elevar hasta sí la naturaleza humana uniéndola a su persona divina, puesto que con este hecho, por sí solo, de nada se despoja de cuanto le es propio y consustani– cial. Además, cuando se trata ,de la encarnación en cuanto tal, en el NT se utiliza con preferencia Éq,avepcó6r¡, «apareció» (26), pero (23) CERFAUX: Jesucristo en San Pablo, pág,s. 31a y 321. (24) lb., pág. 324. {25) lb., págs. 324-325. {26) «En ,San Pablo y en Smn Juan d verbo cpavep<ií es el que ocm~re con má,s fire,cuencia, con pre,temsione,s de te,cnidsmo, para indicar la Encarnadón (Rom. 16, 26; Co,J. 1, 26; 1 Tim. 3, 16; 2 Tim. 1, 10 ; Tit. 1, 3 ; 1 Jtn. 1, 2; 3, 5. 8 ;

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