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¿ ES UN HIMNO A CRISTO EL PRÓLOGO DE SAN JUAN? Consideramos, por tanto, que, por este doble motivo: el señalado, por el P. Gachter y el indicado por nosotros respecto de la estructu– ra temática de los himnos cristológicos, no hay más remedio que con-– siderar estos versículos como no pertenecientes al himno primitivo, aunque sí al Prólogo en cuanto tal, en cuanto introducción al Evange– lio. Por consiguiente, o el Prólogo ·no es un himno a Cristo, sino simplemente introducción al Evangelio, o si fS un himno cristológico que durante algún tiempo tuvo existencia independiente y anterior al Evangelio, esos versículos no pertenecen a tal himno primitivo. Ruckstuhl, en el Excursus que dedica a la teoría ,de Gachter, para. refutarla, obserya que él no se permitiría rechazat1 los vv. 6-8 sola– mente porque manifiesten distinta tendencia de la del contexto. Re– conoce que es muy débil la conexión que puede descubrirse entre estos, versículos, dedicados a subrayar 1a' misión del Bautista, y la ten– dencia de todo el Prólogo, que mira a enaltecer la figura del Logos~ Con todo, el v. 8, por lo menos, que mediante el adjetivo cH,r¡füvóv~– establece cierta conexión wn el v. 9, tiende a rechazar cierta sobre– estimación herética del Bautista. Introducir estas observaciones per– sonales e~ medio de otro contexto no es insólito en el IV Evangelio. Y, por el contrario, la inclusión posterior de estos versículos en el Prólogo, cuando e.l autor lo refunde definitivamente para introduc– ción de su Evangelio, presenta no pocas dificultades -cree Ruc!k– stuhl-, sobre todo si se considera el Prólogo como historia y esos versículos como testimonio de la que se va a narrar ; siendo, pot otra parte, esta concepción la más natural y apropiada (127). Y respecto del v. 15, también reconoce la falta de ritmo en él. Pero, -añade en seguida- esto es señal que al Evangelista le interesaba bastante poco el ritmo en cuanto tal. Más aún, Ruckstuhl ~onsidera el v. 15 como abso}utamente necesario. Porque, aunque parece rom– per la unión del v. 14 con el v. 16, en realidad es el propio v. .15 et de fe cristiana. Más tarde, al escribir su Evangelio, acopla el propio him-– no anterior para introducción de su obra y lo glosa e incluso le hace algunas adiciones, a fin de que sirva mejor para tal finalidad. Si todo esto• lo hizo por sí mismo o por medio de un «intérprete», no lo sabemos. Pero el resultado es idéntico. Lo único que sí ·parece cierto es que estos versícu-– fos no pueden ser del mismo momento psicológico del himno a Cristo que· se descubre en el Prólogo. (127) RUCKSTUitr,, O. C., p. 87.

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