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418 ESTUDIOS BÍBLICOS.-'Fr. S. de Ausejo, O. F. M., Cap. con la introduc'ci6n de estos versículos. Ya el P. Gachter observaba que los vv. 6-8 llevan una direcci6n totalmente distinta de la que les precede y les sigue. Y este romper la dirección del pensamiento y este pasar, a otra tendencia totalmente distinta son señales inequívo– cas de que estos versículos no son de la misma ocasi6u, del mismo– momento psicológico que el resto. Débense, pues, considerar como, «secundarios», lo cual quiere decir -para el P. Gachter- que fueron escritos por el mismo autor, pero adicionados por él en fecha pos– terior (126). (126) P. GACH'!ER, Strophen... , p. 104-105. Para explicar y justificar es• tas adiciones posteriores, el P. G1i.chter razona de esta suerte, como lo hace· también respecto de los capítulos de la Cena: San Juan se servía de un «in. térprete», Épµr¡vsoi:*. Y en otro lugar de la misva revista publicó otro estu. clio sobre el tema Die Dolmetscher der Apostel, «Zeitschrift für kathol, Theo– lcgie», 60 (1936), 161-187. La historia de la iglesia primitiva conoce-escribe· él-, incluso en un período algo tardío, la existencia del traductor oficial de la predicación apostólica. Pedro y los demás apóstoles, no muy conocedo– res de la lengua griega, echaron mano del antiguo uso sinagogal. Como-e Marcos lo hizo para Pedro, también alguno lo haría para San Juan en Efeso. El análisis del Prólogo y del discurso de la Cena demuestran la existencia de este personaje y las huellas de su actividad (p. 187). Este «intérprete» conservaría no poco de los discursos de su maestro en el mismo griego que éste solía hablar. Y lo mismo sucedió también para. lo sustancial del Prólogo. Cuando más tarde el anciano Apóstol pensó es– cribir su Eva;ngelio, su «intérprete», siempre bajo la mirada de aquél, in– trodujo, a su gusto y al de él, ciertos detalles que prepararan al lector\. Así se advierte en Jn. 13,34-35, para preparar los capítulos 15-16. Y así lo· hizo también en el Prólogo, para preparar las escenas que comienzan en Jn. 1,19. En lo anteriormente redactado por él introdujo, de común acuer– do, los vv. 6-8 y 15. El material ahora añadido lo conservaba también el «intérprete» con todo respeto, por habérselo oído al Apóstol. Y lo fué intro-· duciendo inalterado en el texto con la aprobación de San Juan. Este tenfa especial sentido de la unidad de composición de su obra. Pero, al adaptar el prólogo para introducción de la misma, consintió en aquellas adiciones, aunque rompieran un tanto la unidad primitiva. Y así se comprende por qué la lengua, el estilo, la estrófica y ami el acoplamiento de estos vv. 6-8" y 15 ll_evan el sello joánico, y, sin embargo, son «secundarios» (Strophen... , p. 104-105). Desde luego, parecen demasiadas suposiciones las que aquí se hacen. Por nuestra parte, la cuestión se resolvería más simplemente de esta ma•· nera : San Juan compone un himno a Cristo, donde, según el gusto de· su tiempo en las iglesias de Efeso y cercanías, se resume el contenido S\1Stancial de otros himnos parecidos, o sea: el de la predicación apostóli. <'a en torno a Cristo, de forma que ese himno sirva también como profesión,

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