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¿ ES UN HIMNO A CRISTO EL PRÓLOGO DE SAN JUAN? 40 I vez incluso en el momento de la Cenan ( 106). San Pablo, a pesar de su formación estrictamente judía, era más abierto a la fraseología helenística que :San Juan, como se ve por la tradu~ción que ha hecho del vocablo hebreo 'olam por dos términos, helenista y semita, res– pectivamente: atmv y xócrµoc;. San Juan, a pesar del ambiente en que escribe, permanece más fiel al judaísi;no, porque es testigo auricular de las palabras del Maestro y sigue utilizando la palabra oápS, de tan profundas resonancias bíblicas. «Si nuestra suges– tión se admite -concluye Bonsirven--, ésta entraña dos ventajas: una desde el punto de vista teológico y espiritual, y otra respecto de la crítica. En las palabras de la institución de la Eucaristía habrá que entender cccuerpoi) con todas las armonías que resuenan en el vocablo bíblico cccarne,,. Y tendríamos aquí un caso donde San Juan, como se le reconoce más y más para tantas anotaciones históricas suyas, nos transmite la forma primitiva de una palabra del Se- ñon, (107). · A la vista de estos datos, que nos parecen bastante seguros, no por la autoridad de su autor (con tenerla en alto grado), sino por las razones que aduce, y sobre todo, al relacionar el Prólogo con el cuerpo del Evangelio y ver que en el uso de la palabra «carne» dicha de Cristo, solamente el discurso del Pan de Vida puede ser eco del v. 14a, lógicamente podemos concluir que todas esas armo– nías bíblicas que van incluídas en la palabra cccarne>J, y además, la idea eucarística y sacrifical por la cruz no están fuera del círculo de la palabra crápS en este v. 14a. Y por consiguiente, tomada así, «in rectOJ>, la palabra «carneJJ, lejos de crear dificultad alguna para que el sujeto de la frase sea el Logos-Cristo, exige precisamente que lo sea en todo su ser teándrico y no en el sentido exclusivo del Hijo de Dios sin la humanidad (108). (100) Ibid., p. 218. (117) Ibid\, p. 2!9. (108) No negamos, como hemos indicado antes, la fuerza de la tradi- dón patrística respecto de entender este versículo como exclusivamente de la encarnación. Aunque no hemos tenido ocasión de hacer un estudio a fondo, parécenos que no es anterior a las luchas antiarrianas. Por lo me– nos existe una fuerte tradidón patrística anterior a esa época, que inter– preta la palabra Logos como significando a Cristo, al Hijo de 'Dios ya encarnado. Es la interpretación patrística que procede por línea más direc– ta de los discípulos de San Jttan. En ellos prevalece la idea del Logos– {'risto mucho más que la del Verbo intratrinitario. Y habría que ver tam-

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