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396 ESTUDIOS BÍBLICOs.~Fr. S. de Ausejo, O. F. M., Cap. creemos, de la gloria de Jesús en el J'abor, de la que el propio San Juan fué testigo ocular, y de la gloria de la resurrección, testifi-• cada igualmente por él y por los demás apóstoles, la cccarne» de que se revistió el Logos-Cristo, entrañará también no sólo el haberse hecho hombre, sino el haberlo sido de aquel modo humillante O· kenótico, tan opuesto a la «gloria», a la situación gloriosa de Cristo en el Tabor y en la resurrección, que es lo que le correspondía por su ser teándrico. Y la humillación indicada por la cccarne» con– siste mucho más en el modo de presentarse en el mundo que en el hecho de hacerse hombre. Y a hemos demostrado a:t;1tes (99) que ni San Pablo ni San Juan consideran la encarnación en sí, en su as– pecto ontológico, como algo más o menos humillante o kenótico; lo kenótico, para ellos, no es el hecho de encarnarse el Hijo de Dios, sino el modo de· la encarnación post factum., la manera humilde en.. que Jesús vivió voluntariamente su vida terrena y murió. Pero hay más. Fuera de este lugar, San Juan utiliza la palabra aripE, para referirse a Cristo, solamente en el discurso del Pan de Vida (Jn. 6, 51-56). En el resto del Evangelio jamás vuelve a relacionar esta palabra con la persona g.e Jesús. Ahora bien, paré– cenos indiscutible que en el discurso del Pan de Vida la palabra aripE no sólo indica evidentemente la Eucaristía," sino que alude· expresamente a que esa «carne» de Jesús será entregada ú1t:Ep 1:~c; 1:ot1 xóap.ou l::;.ro*, ccpor la vida del mundo» (6, 51).. Tenemos aquí, en la palabra cccarne», una alusión manifiesta a los dolores y a la muerte de cruz por la salvación del mundo. La c<carne» de Jesús es, carne salvífica : carne viviente y santificadora por la Eucaristía ~ carne redentora por la cruz. Por consiguiente, la idea de aripE en .San Juan, cuando aplica esta palabra a Jesús (y recuérdese que el Evangelista nunca parece agotar plenamente sus ideas), no puede estar desgajada de la idea de la cruz. Y por lo mismo, la modalidad kenótica de la encarnación no está ausente del haberse <checho carne» y del haber «fijado su morada» entre nosotros. Alguien podría decir, particularmente los acostumbrados a nues– tro razonar teológico, tan tradicional como lógico y verdadero, que· de nuestra explicación resultaría un sentido extraño v desacostum– brado para este v. 14a-b. Por un lado, el sujeto ó Ací 1 o~c; ya no sería, (99) Cf. p. 238 s. de este trabajo.

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