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388 ESTUDIOS BÍBLICOs.-Fr. S. de Ausejo, O. F. M., Cap. Con esto no pretendemos negar que San Juan trata, en los vv. 1-2 rle Jesús en cuanto Hijo de Dios, o sea, del Hijo en sus relaciones intratrinitarias con el Padre, o que la exéges1s patrística antiarria– na y la teología tradicional interpretan falsamente estos vv. Lejos de nosotros tamaño desprop6sito. Lo que pretendemos decir es que el punto mental de partida para San Juan no es el Logos como Verbo de Dios sin la carne (en el sentido que ha tomado ya en nuestro hablar teológico la palabra «Verbo))), sino el Logos-Cristo, el Cris– to histórico, cuyo ser teándrico nos ha descrito anteriormente San Pablo y al que ahora nos va a describir nuevamente San Juan, con más profundidad teol6gica todavía. Ambos apóstoles, como es lógi– co, enseñaron con toda evidencia la divinidad de Jesús y la existencia dt:: misteri0 de la Santísima Trinidad. Y, mientras San Pablo se limita a la afirmación del misterio, sin entrar en explicaciones teo– lógicas, San Juan se adentra bastante más en su explicación: nos sitúa a Jesús, fuente de vida, en la eternidad de Dios y como clave de la existencia del mundo. Sin embargo, lo mismo que San Pablo, nunca separa las dos naturalezas de Cristo, sino que siempre nos habla conjuntamente del Cristo de la historia y del Hijo de Dios, de la misma suerte San Juan parte también del Jes'ús híst6ricro, cuyas relaciones con Dios \en cuanto Hijo del Padre), con la crea– ción y con el pueblo de Israel, c011 la humanidad entera, para la cual es fuente de vida, nos describe. Desde qúe Jesús enseñó la existencia del misterio de la Trinidad, los apóstoles repitieron frecuentemente esas enseñanzas. Pero San «Revue dioc. de Tournai", 2 (1947), p. 6-7), cuando escribía: «A pesar de la diferencia que existe entre la teología paulina y la joánica, no es posi– ble dejar de notar las sen1ejanzas de expresión y de pensamiento entre este pasaje y el Prókgo del IV Evangelio. ¿Suced,: esto por azar? ¿No'eS mejor decir que el Apóstol y el Evangelista, habiendo vivido ambos en las iglesias de Asia cuya metrópoli era Efeso, se hacen eco el uno al otro, porque ambos tienen en cuenta el ambiente para el cual escriben, y que tal vez representan cierto estilo propio de ese ambiente, es decir-así lo parece-, el de una himnologia muy primitiva, carismática?» (De acuer– do en todo con esta idea de Cerfaux, menos en lo de himnología «caris– mática», si se entiende en sentido estricto, de lo cual hemos hablado al principio de este trabajo alguna que otra vez.) Nosotros hemos procurado ahondar más en este acercamiento, no limi– tándonos a la teología de ambos p,~sajes, sino comparando también su estructura temática y aun su expresión literaria.

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