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LA RESURRECCIÓN ESCATOLÓGICA INDIVIDUAL 167 resucitar queda todavía indeciso, a pesar de 7, 14, donde el cuarto de los hermanos dice al tirano: "Pero tú no resucitarás para la vida", aol µEV ycxp &\/6:a-raau; Ele; ~u>~v oóK fo-rm. & Tampoco resucitará. de algún otro modoYEl texto de por si no lo dice. Lo cierto es que para los siete hermanos y para su madre, la esperanza en su propia resu– rrección es un consuelo. decisivo; y esa resurrección. la entienden como futura recuperación de la misma vida que ahora se dejan arrebatar por no transgredir la ley de Dios (7, 23. 29). En el mismo libro, además del célebre pasaje del sacrificio ofrecido por Judas en expiación del pecado de los soldados caídos (12, 44 s.) (5), se refiere la muerte del anciano Racías (14, 37-46). Al arrancarse las entrañas con sus proipias manos y arrojarlas sobre sus enemigos, invoca "al Señor de la vida y del espírÍtu", para que de nuevo se los devuelva (v. 46) . Es la profesión de fe en la esperanza de una futura resurrección. Resumiendo: la extensión de la resurrección escatológica in.divi– dua! según el libro II de los Macabeos se presenta así : ciertamente resucitarán los mártires. Esta esperanza cierta parece suponer la posi– bilidad de que también resuciten los justos fallecidos de muerte natu– ral, aunque expresamente no se diga en el texto. También resucitarán los caídos por Dios, aun a pesar de su pecado, una vez que se haya he– cho por ellos. el sacrificio de expiación. Probablemente se afirma la re– surrección del tirano, aunque ésta no será para la vida. La fe, pu.es , en la resurrección individual de ciertas clases de personas es absoluta– mente cierta; la de todos los hombres en géneral no se enseña expre~ samente en este libro, pero muy ·verosímilmente se supone (6). La Sabiduría no alude expresamente de la resurrección. Pero, se– gún muchos exégetas, cuando el hagiógrafo habla de la inmortalidad, su ambiente ideológico supone la resurrección (7). Por de pronto los impíos, cuando tratan de condenar al justo a muerte afrentosa, · "desconocen los misteriosos juicios de Dios, y no esperan la ·recompensa de la justicia ni estiman el glorioso premio de las almas puras" (2, 22), porque Dios creó al hombre para la inmortalidad,· mientras que la muerte se introdujo en el mundo por envida del demonio (2, 23 s.). Los (5) Nada decimos de este célebre pasaje, p9rque sobre él presenta ei R. P. Fe– lipe de Fuenterrabia un amplio estudio, al cual nos remitimos, en esta XV Se, mana Biblica Española. (6) MOLITO&, o. o., p. 101. (7) HEINISCH, o. o., p. 324 [7]
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