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LA RESURRECCIÓN ESCA".rüLÓGICA INDIVIDUAL 159 y discurrirán como oontellas en cañaveral (alusión a Dan. 12, 2); juzgarán a las naciones y dominarán sobre los pueblos, y su Señor reinará por los siglos. Los que confian en El conocerán la verdad, y los fieles a su amor permanecerán con El" (3, 7-9). No hay, pues, una profesión clara y terminante de fe en la resu– rrección. Tampoco la idea. latente de la misma .es tan definida y per– fecta eomo en el libro II de los Macabeos. Pero la resurrección indivi– dual escatológica no está ausente de la mentalidad y aun de las expre– siones del libro de la Sabiduría. Que la fe en la resurrección no fuese aceptada por muchos hacia el año 200 a. C. (como al tiempo de Jesucristo la negaban todavía los sa– duceos), se demuestra por el silencio del Eclesiastés y del Eclesiástico, el cual ni siquiera la menciona cuando trata de consolar a los supervi– vientes de los difuntos. Los lugares que parecen aludir a la resurrección (Eclo. 38, 16-23; 46, 12) de hecho no se refieren a la resurrección :física, sino a la supervivencia de los deudos. Y 48, 10 (LXX) es una glosa (9). Estos libros siguen más de cerca el tradicionalismo palestinense y tal vez ipor eso no se hacen eco de la nueva corriente de ideas, tan bien re– cibida, en cambio, entre los judíos de la diáspora {10). II LA RESURRECCION EN LOS APOCRU'OS PRECRISTIANOS La literatura judía precristiana identificaba los "días del Mesías" con el "siglo venidero". Los tiempos mesiánicos constituyen el eón defi– nitivo de la economía de la salud. En cambio, después de Jesucristo la literatura judía distingue entre ambas etapas. Los "días del Mesías", caen al final del eón presente, mientras la consumación última comienza . con el "siglo venidero". Por consiguiente, la idea de la resurrección de (9) Cf. llERNISCH, o, o., p. 324. {10) Tal vez alguien podría echar de menos aquí el célebre texto de Job. 19, 25-27. Pero, por las. muchas cuestiones de critica textual y de exégesis a las que está sujeto, no lo cita:mos. ;El texto de la Vulgata puede ser para la resurrección un argumento de Tradición eclesiástica. ·Para la cuestión exegética sobre la resu– rrecei6n, éf. HEINISCH, l. o., p. 322-324. [9]
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