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SAN PABLO, MISIONERO EN ESPAÑA 73 «Era entonces procónsul de Acaya Galión. Y amoti– nados los judíos contra Pablo, lo condujeron al tribu– nal, diciendo: «Este tipo anda incitando a los hombres a dar culto a Dios en forma contraria a la ley» (Hechos 18, 12-13). Los judíos intentan sorprender al nuevo procónsul. Y con evidente picardía presentan las enseñanzas de Pablo como con– trarias a la ley. ¿De qué ley? Naturalmente que para ellos se trata de la ley judía, que, según la entendían ellos, no podía admitir la divinidad y la mesianidad de Cristo. Pero no quieren hablar claro, por si el nuevo procónsul, a quien consideraban como desconocedor del judaísmo, cae en la trampa y con– dena a Pablo, incluso a la pena capital, como contrario a la ley romana. Pero Galión no cae en la trampa. Seguramente, tanto en España como en Roma, había conocido acerca del judaísmo bastante más de lo que los judíos de Corinto creían. Y rechazó abiertamente la demanda judicial. Pablo quiso defenderse personalmente ante Galión como en tantas otras ocasiones lo hiciera. Pero Galión no se lo per– mitió. De hecho lo defendió él mismo. San Lucas lo narra así: « Y cuando Pablo se disponía a hablar, dijo Galión a los judíos: «Si se tratara de algún crimen o mala fecho– ría, sería razonable, oh judíos, que me tomara la molestia de oíros. Pero, siendo cuestiones de palabras y de nom– bres, y de una ley que es la vuestra, allá vosotros veáis. Yo no quiero ser juez de estos asuntos». Y los despidió del tribunal» (Hechos 18, 14-16). Entonces sucedió lo que los judíos no se esperaban. El in. menso público allí reunido, al ver que Galión dejaba a Pablo en entera libertad, se volvió en masa contra los judíos, echa– ron mano al jefe de la sinagoga y le dieron una soberana paliza. San Lucas lo cuenta brevemente: «Y echando mano todos a Sóstenes, el fefe de la sina-

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