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SAN PABLO, MISIONERO EN ESPAÑA 97 Sur, todo ello fue mucho más fácH. La semilla cristiana, arro– jada aquí por Pablo y· cultivada por sus discípulos, dio sus frutos en abundancia. Seguramente que los andaluces de en– tonces, hastiados ya de la ineficaz y absiurda veligión oficial del Imperio, al igual que lo estaban los mismos romanos, y precisamente por estar aquéllos tan romanizados como éstos (los de la capital imperial), recibieron sin dificultad la fe de Cristo. A ello contribuirían también los contactos de los cris– tianos de la Bética con los de Afri,ca del Norte, especialmente con la fuer 1 te comunidad de Cartago. Por todo ello, pronto hubo nuevas diócesis en la Bética y el número de cristianos aumentó considerablemente. Hacia el año 180, san Ireneo de Lyon, para afianzar las verdades dog– mátioas, acudía al sentir de todas las iglesias, entre Jas que nombra especialmente a « 1 las de Iberia». Si estas palabras valen para toda España en general, tienen su valor particular ,para las iglesias de la Bética. Para esa fecha, en casi todas las gran– des ciudades de la Bética había obispos y fuertes núcleos de cristianos. Cuando en una región puede celebrar,se un concilio más o menos ,general, al que acuden buen número de delegados epis– copales, eso supone que en tal vegión exist·e un cristianismo muy arraigado y muy generalizado. Y esto es lo que sucedió en Granada (Elvira, Illiberis) en el año 303. Aquí se celebró el primer concilio de la cdstiandad, antes que cualquiier otro de Francia, de Roma o de Oriente. Los obispo•s asistentes fueron diecinueve, y los presbíteros delegados episcopales o acompa– ñantes de sus obis,pos fueron veinticuatro. Todavía figuran tres de las diócesis primitivas de los Siete Varones Apostólicos: Urci (Huércal), Acci (Guadix), Illiberis (Blvira, Granada), y el representante de Iliturgis (Andújar). También están ya presen– tes los obispos de Sevilla, Córdoba, Martos, Baza, Málaga, etc.; y representantes, respectivamente, de Montoro, Osuna, Astigi (Ecija), Ronda, Cabra, etc. Toda la Andalucía actual estaba, pues, representada en el condlio de Elvira, cuando aún no había concedido Constantino la paz a la Iglesia. Un autor tan poco sospechoso de regionalismo andaluz como el protestante Harinack, llegó a escribir que este concilio cons-

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