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82 · FR. SERAFÍN DE AUSEJO Pablo de la primera prisión, sabía perfectamente y conservaba la memoria de hacia dónde se encaminó Pablo, como sabía concretamente el martirio de Pedro y los demás datos que el Fragmento aduce. Al igual que en las demás comunidades cris– tianas, incluso cuando Pablo tuvo que salir huyendo, como en Tesalónica (Hechos 17, 10), sabían el rumbo que había tomado el Apóstol. Y en Roma, no fue Clemente el único testigo de ese rumbo. Fue, sin duda, la comunidad entera la que le vio partir, y algunos hermanos de aquella comunidad seguramente lo acompañaron. Clemente testifica lo que vio y lo que sabía estar en el recuerdo de todos cuantos presenciaron la partida de Pablo para España. Este recuerdo pervivía entre los cris– tianos de Roma y Clemente lo da por sabido. De ese ambiente lo recoge el autor del Fragmento, lo mismo que recoge de ese mismo ambiente las demás noticias de su escrito. Su testi– monio, ni por el contexto ni por el estilo, depende directa– mente del de Clemente. Depende sólo de esa tradición romana, que así como recuerda la llegada de Pablo prisionero a Roma, recuerda igualmente la partida del Apóstol, ya libre, para Es– paña. La independencia del testimonio del Fragmento con res– pecto al testimonio escrito de Clemente es nueva garantía de la absoluta verdad histórica de tal viaje. 3. Un apócrifo: Los Hechos de Pedro 5 Aunque se trate de un apócrifo, todos los especialistas reco– nocen en él un fondo histórico. Hoy se conserva solamente en latín. Pero se advierte que su lengua primitiva es el griego. En esta lengua han aparecido también algunos fragmentos. Por muchos detalles se descubre que fue escrito en el norte de Palestina o en Siria hacia finales del siglo II. Podría, pues, representar el sentir de las iglesias de Oriente. Este libro atestigua que Pablo, al salir de la prisión roma– na, se dirige por la orilla del Tíber hacia Ostia Tiberina (junto 5. Su título latino es Actus Petri cum Simone, en «Acta Apostolorum apocrypha», editados por C. Tischendorf, R. A. Lipsius y M. Bonnet, Leipzig, 1891. Existe también la edición de L. Vouaux, Les Actes de Pierre, Introduction, textes, traduction et commen– taire, París, 1922.

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