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78 FR. SERAFÍN DE AUSEJO a fines del año 60, presenta ante Pesto su apelación al César (Hechos 25, 11 ). Roma era para él, necesariamente, su camino obligado, como se lo había prometido a los romanos, y for– maba parte de su proyectado viaje a España. Después de un largo y accidentado viaje invernal, estupen– damente descrito por san Lucas, compañero de Pablo en el viaje, en el libro de los Hechos (27, 1-28, 31), con el naufragio en Malta, Pablo y sus compañeros llegan por fin a Roma en la primavera del año 61. Pero en Roma le esperan al Apóstol otros dos años de prisión, si bien mitigada, hasta que en la primavera del año 63 conseguiría su anhelada libertad. Alguien podría pensar que en esos cuatro años largos de prisión Pablo cambiara de proyecto. Pero él no era hombre que mudara sus propósitos por las dificultades que a su paso encontrara. Ni en Oriente ni en Grecia tenía ya gran cosa que hacer. Lo reclamaba el Occidente. Y, libre o prisionero, hacia el Occidente va. Una vez conseguida la libertad ante el tribunal del César, tiene vía libre para realizar su acariciado viaje a España, a fin de ser el primero que anunciara a Cristo entre nosotros, particularmente en las regiones del Sur. Nada se nos dice en el libro de los Hechos acerca de este viaje. Pero téngase bien presente que este libro quedó sin terminar. Y si no existen datos bíblicos de haber realizado tal viaje, los testimonios históricos inmediatamente posteriores demuestran paladinamente la realización del mismo. Vamos a ver esos testimonios. 11. DOCUMENTOS QUE PRUEBAN CON CERTEZA HISTÓRICA LA REALIZACIÓN DEL VIAJE DE PABLO A ESPAÑA l. San Clemente de Roma En el año 96 del siglo I de nuestra era, siendo ya sumo pontífice, Clemente de Roma escribe su primera carta a los Corintios y les dice textualmente que Pablo, en su afán de predicar el evangelio de Cristo, ha llegado hasta el extremo de Occidente.

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