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examina las causas de aquella muerte y el modo de la misma. Como causas señala dos: la obediencia (supuesta la libertad de María ante la muerte) y el amor; el modo o estado interior de su alma en los momen– tos de su dichoso transito fué de paz y seguridad dulcísimas (pági– nas Hü-195). En cuanto a las circunstancias externas de sti Asunción, éstas constituyen para María un complemento accidental de gloria por el aparato o acompañamiento con que subió a los cielos y por la. manera • de subir, por cuanto su Asunción fué obra directamente realizada por su benditísirno Hijo (págs. 210-215). Hemos omitido las múltiples subdivisiones del sermón, que noy nos resultan embarazosas. A pesar de que éste era "su método, por donde se ve que sus maestros escogidos fueron principalmente los escolásticos medievales, su manera de predica,r, según el testimonio de sus contem– poráneos, nunca resultaba oscura. Pero lo que pugna abiertamente con las costumbres de nuestros tiempos es la desmesurada extensión de sus sermones. EL que venimos analizando ocupa en la ·edición que seguimos (la del tomo V de la colección de sus obras, impresa en Madrid, en 1799) ]as páginas 127-258, o sea, e,xactamente, 132 páginas en 4. 0 mayor. Y uno de lós motivos de esta prolijidad y de la multitud de citas de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres y esoritores eclesiásticos que a cada n:iomento &duce es la des,confianza de. sí mismo, o mejor, su hu- 1 _ . r,, , mildad. Ya el padre Alcover, bastantes años/de escribir fray Diego est{') /~ : sermón, le había hecho notar la desproporcionada extensión de sus ser- mones impresos. Pero e1 Beato le indica francamente la razón: "Bien conozco que su contenido y extensión es demasiado prolija. Pero la motiva el cuidado de afianzar, los pensamientos todos, para su seguridad y la mfo, Este es mi fin, si mi amor propio no me er¡gaña en esto" (14). · En una Nota prelimina!r fray Diego nos indica también cuáles han sido las fuentes utilizadas para la composición de este trabajo. La co- . piaremos casi íntegra, incluso con el poquito de autocrítiea que con– tiene al final: "Puedo asegurar con toda vcrd;id que, de cuanto digo de nuútra Sefiora, apenas hay proposición o cláusula alguna que no sea de algún Santo Padre o de algún escritor in– signe, fuera de aquellas que me suministra la Sagrada Escritura. Para ello· me he valido él.e varios, pero singularmente de. los Padres san Juan Damasceno, san Pedro Damiano, san Anselmo, san Bernardo y san Buenaventura. Entre los. autores particulares: de san [sic] Alberto Magno, de san Antonino de Florencia, de san Bernardino de Sena, de Novarino en su. Umbra Virgínea; de Cartagena, er: sus homilías De arcanis Deipa– rae; del padre Alba, en su Bibliotheca · virginalis; de la Biblia mariana del padre Bravo; del Alfabeto mariano del padre Oliveri, y del Geminum sidus del padre Juan de Cár– denas. Y entre los expositores, del padre Alápide, etc. El versado en la lección de estos sabios escritores conocerá fácilmente que cuanto digo es lo mismo que ellos antes di– jeron, y aun advertirá que mis expre$Íones 11º llegan a las suya~ en la ·sublimidad del (14) Cartas al P. Alcover, p. 90.

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