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318 BEA'l'O btEGO JOSE DE c.lmz sU: teología y predicación marianas es una faceta del gran apóstol de España en el siglo XVIII que generalmente se ignora. , A la simple lectura de algunos sermones suyos sobre la Santísima Virgen, que corrieron impresos en ediciones hoy casi desconocidas por no hallarse más que en ejemplares de su tiempo, y a la rápida ojeada sobre los amarillentos autógrafos que de él se conservan, donde día por día apuntaba el Tesumen de cuantos sermones p,redicabai vemos que tiene derecho a figurar junto a dos grandes mariólogos de su siglo, que, como él, merecieron el honor de los altares: san Luis Grignon de Mont- , f ort y san Alfonso María de Ligorio. El beato Diego tampoco inventa ninguna nueva manera de devoción mariana, si bien se muestra ver– dadero apóstol de la Divina Pastora, devoción esencialmente asuncio– nista, nacida entre los cap'uchinoiil andaluces a principios de aquel siglo. Pero es tan original y tan práctico como aquellos dos santos en la doc– trina mariana que predica y atiende quizás más que ellos a las fuentes teológicas: la Sagrada Escritura y la Tradición. . "No pudo conocer nuestro Beato las obras de san Luis Grignon de LLA, O. F. M. Cap., Verdadero retrato de un misionero perfecto: Vida de Fr. Diego José de Cádiz (Sevilla, 1862), nos dice: "Confiésese de buena voluntad que eran inimitables sus afectos, sus expresiones y dulces coloquios con la Señora. Los que le oímos en tales oca– siones, no creo que debamos lamentarnos de no haber oído a los Padres san Bernardo, san Bernardino, san Anselmo y otros; pues, además de ser muy parecido a ellos en su dulzura y suavidad, sabía como de memoria cuanto de la Señora ellos escribieron" (pá– gina 145). Y en el mismo lugar asegura. dicho autor que "pasaron de mil y quinientas las veces que habló, desde el púlpito, de nuestra augusta Reina, siempre con novedad, siem– pre con conmoción del auditorio y siempre con ventaja de su culto, que era lo que se proponía, manifestando obras, palabras y pensamientos, con su lengua y con su docta pluma, que cumplía en el ·modo más cabal los deberes de un hijo para con su Ma– dre" (ibid.); y no hay grandeza, título o virtud de nuestra Madre, de la que no predicase muchas veces (ibid., p. 479). De toda esta fecunda actividad mariana de neustro santo misionero nos quedan toda– vía. unos trescientos esquemas de sermones· predicados en henar de María Santísima, bajo muy distintas advocaciones, todos autógrafos y casi en su totalidad inéditos ; existen además cinco sermones panegíricos impresos, o sea: dos de la Inmaculada, uno de la Divina Pastora y .dos de la Asunción ; y por último, cuatro novenas, en las que suele intercalar breves meditaciones, pero jugosas y muy densas de contenido mariológico, a saber : Navena a nuestra Señora de la Paz, del Socorro, del Rosario y al Purísimo Corazón de María. Publicáronse además, una Novena a la Divina Pastora y un Sermón de nuestra Señora del Rosario, originales del Beato. Pero estas dos obritas nos son desconocidas y probablemente se han perdido. La descripción y diversas ediciones de todos estos impresos pueden verse en el volumen que hace unos meses publicamos con el título de Reseña bibliográfica de las obras impresas del beato Diego José de Cádi,t, Madrid 1947, LII-329 págs. . En cuanto a las tesi.s marianas modernas, podemos afirmar que el beato Diego, fiel testimonio de los siglos que le precedieron y de la fe hondamente mariana del pueblo español, las considera todas y las' expone con daridad en su predicación, ahondando al mismo tiempo en su significado y valoración teológica. Y en cuanto a su posición dentro de las diversas escuelas de la teología, por doquiera deja entrever su filiación franciscana, no sólo por los autores que estudia, entre los cuales tienen preferencia los escritores franciscanos medievales, particularmente san Buenaventura y san Bernar– dino de Sena sino también porque su pensamiento teológico no podrá alcanzar expli– cación adecua'da sino dentro de los principios y de las tesis de la teología mariana franciscana. •

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