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326 BEATO DIEGO JOSÉ DE CÁDIZ De estos tres hechos conmemorados en la festividad de la Asunción fray Diego habla extensamente en su sermón del primero, y sobre tod¿ de,I tercero. Del segundo, la resurrección, es muy poco Io ,que dice. Ape– nas una sola frase. Pero sí lo suficientemente clara y exacta para en– tender la diferencia que existe entre la I'esurrección de Jesús y la de su Madre Santísima.: "Resucitó Cristo, como lo enseña la fe; y éste mismo con sn divina virtud resucitó a sn Santísima Madre, como lo celebra hoy _la santa Iglesia" (23). Porque, aunque ambas resurrecciones· sean iguales en cuanto a los efectos gloriosos de la vida corporal, la causa íntima es muy distinta: Cristo r-esucitó por virtud propia, y María por virtud de su Hijo, no por virtud a Ella connatural; .Cristo resucitó por derecho, y María por privilegio. · Donde nuestro santo misionero se extiende eón verdadera fruición de su corazón mariano es en ponderar la gloriosa asunción o subida de María a los cielos y la coronación en ellos por Reina del universo. jun– tamente con el poder intercesor sin límites que allí comienza a ejercer. A estas consideraciones dedica toda. la segunda parte de su extenso tra– bajo. No Vílmos a detenernos en el análisis de sus ideas, porque esto nos llevaría demasiado lejos. Por lo demás, no son ideas particulares suyas, sino más bien comunes a los autores que continuamente cita y ·a la pie– dad mariana tan tradicional en nuestro pueblo. Sin embargo, es muy digno de notarse cómo pondera fray Diego el aparato o acompañamiento con el cual sube y penetra en los cielos Ma– ría Santísima y el modo de subir. Ambas cosas constituven lo eme él llama gloria accidental de la Asunción (24). Y como buen" teólogo; bien deja entrever que la Santísima Virgen sube; a los cielos por 1as dotes maravillosas que en la resurrección reciben los cuerpos glorificados; de manera que, si la rodean 'los ángeles, y el mismo Jesucristo sale a su encuentro, no· es para elevarla, según a veces nos lo representa er,ró– neamente la iconografía, sino para, servirle de glorioso y triunfal acom– pañamiento. Insistiendo, pues, en la comparación entre la Ascensión de Jesús y la Asunción de María, el Beato escribe: ''Sólo la [gloria accidental] de la Ascensión gloriosísima del Divino Redentor nos puede dar de ella una completa idea, por la grande semejanza de la una con la otra. Mas, si estamos al sentir del Padre san. Pedro Damiano, algo parece que excedió, en cluyendo la restrrrecc10n, pero sin enumerar la muerte, entre los objetos definibles, J. M. BovER, S. I., La Asunción de María, Mádrid (B. A. C.), 1947, p. 277-299. (23) Obras, tomo V, p. 211. (24) Adviértase que con las palabras gloria accidental no se refiere el santo capu– chino a la gloria emanante de los bienes creados, como fuentes también de gozo y ale– gría para los bienaventurados, y por consiguiente también para la Santísima Virge·n, ·se– g /n enseñan los teólogos (véase APERRIBAY, art. cit., Estudios Marianos, 6 [1947], 334), sino a· las drcunstancias que acompañaron al hecho de la asunción o subida de María. a los cielos; ·
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