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XIV SERAFÍN DE AUSEJO, OFMCAP. b) Idea general de las ponencias y discusiones tenidas En la primera Semana, la de Zaragoza, los temas fueron tan dispa– res, que allí, podemos decir, se habló de todo un poco. En todas las demás, la Secretaria del "SUÁREZ", atendiendo para ello las suge– rencias de los profesores, fijó un tema., o a lo más dos. Estos temais, a lo largo de los 25 años, fueron muy variados. Y más variados aún los que se dejaron a la iniciativa personal de los profesores. Sólo enume– rar estos temas alargaría excesivamente mi intervención. Unicamente diré, repasando los indices de nuestras Semanas, que hubo bastantes temas de Introducción General y Particular a la Sda. Escritura; que abundaron principalmente los exegético-teológicos; algo menos, los históricos y literarios; fueron muy pocos los arqueológicos (y ello se debe, sin duda, a nuestra falta de medios en España, por no contar con bibliotecas bien abastecidas ni menos con museos ricos de mate– rial arqueológico, recogido en excavaciones practicadas en el Oriente bíblico); y poco también figuraron los estrictamente filológicos. No pocas veces, si •el ponente no tenia ocasión de visitar bibliotecas ex– tranjeras, había de contentarse con hacer una síntesis de lo publicado en paises de más desarrollo científico-bíblico moderno. Sin embargo, con relativa frecuencia, el fino instinto teológico español, además de sintentizar perfectamente lo descubierto por otros, ha sabido ampliar, en extensión y en profundidad, el estudio teológico de la Biblia. Hay un hecho cierto, innegable, que demuestra la labor realizada en nuestras Semanas y su verdadero mérito y valor: hace treinta años, difícilmente aparecía citado un nombre español en revistas o libros extranjeros de carácter bíblico, como no fueran los de los PP. Colun– ga, Fernández, Prado y alguno que otro más; y aun estos, en muy con– tadas ocasiones, sobre todo en bibliografías alemanas, francesas o inglesas. Hoy, a pesar de nuestra modesta producción (modesta, si la comparamos con la ingente ¡rroducción bíblica de esos países), no es tan raro encontrar nombres españoles en tales bibliografías. Y el hecho es que, la mayoría de las veces, esos nombres corresponden a profesores que leyeron sus estudios en nuestras Semanas y que, si no siempre, con ocasión de ellas los publicaron. Este solo dato podría ser un índice verídico de la labor y eficacia de las Semanas Bíblicas Es– pañolas. A todo esto deberíamos añadir que fueron las Semanas las que mantuvieron en muchos profesores el fuego sagrado de su afición a los estudios bíblicos. Además de lo mucho que en ellas aprendimos los que casi nunca dejamos de asistir, me atrevería a decir que muchos profesores -y yo entre ellos-, si no hubiera sido por el estimulo y apoyo que de las Semanas recibíamos, seguramente habríamos orien– -tado nuestras actividades sacerdotales por otros caminos. Porque, faltos de aliciente, de contacto con otros colegas, de ocasión para controlar nuestros estudios particulares, de medios de publicación, de todo ese conjunto de factores psicológicos que las Semanas llevan [6]

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