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VEINTWINCO AÑOS DE SEMANAS BÍBLICAS ESPAÑOLAS XI Obispos de Segovia y de Madrid-Alcaiá, fijaron la fecha del 10 al 17 de septiembre de 1936, para celebrar nuestra Primera Semana Bíbli– ca; y había de ser en Segovia, por reunir ésta mejores condiciones de tranquilidad que la capital de la Nación. En su penúltima circular ter– minaba así D. Teófilo Ayuso: "Todo queda en manos del Señor" (1). Pero el Señor no quiso que celebráramos nuestra Primera Semana en septiembre de 1936. El 18 de julio de aquel año comenzaba la Gue– rra de Liberación. En consecuencia, todo quedó en suspenso. Algunos de los que pretendían asistir cayeron víctimas del dominio rojo. Tales fueron: los Excmos. Sres. Obispos de Teruel y de Almería; los profe– sores D. Pedro Pous, D. Ramón Ejarque y D. Manuel de los Ríos, que ya habían publicado no pocos artículos bíblicos; el benedictino de Montserrat, P. Palacios, profesor entonces en el extranjero, quien se– guramente no habría venido a España en aquel verano, a no ser por su deseo de asistir a la Semana Bíblica (2). Por todo ello, resulta verídico lo que antes dije: que nuestras Se– manas tuvieron, en su preparación, unos principios sencillos, humildes, dificultosos, martiriales. b) Celebración de la Primera Semana (Zaragoza, 1940) D. Teófilo Ayuso, nombrado luego Lectoral de Zaragoza, fue el incansable organizador de aquella Primera Semana. Acabada la Gue– rra, todo era entusiasmo, euforia, voltear de campanas, aconteceres que se prometían gloriosísimos para los estudios bíblicos en nuestra Patria. Acudimos allí, a Zaragoza, creo que unos doscientos profesores. No todos eran especialistas bíblicos, desde luego; pero sí amigos de la renovación bíblica en España. Casi una docena de Obispos estuvieron al lado del Sr. Nuncio de Su Santidad, que también nos dirigió su alen– tadora palabra. En la lista de nombres de los que allí asistieron y que, gracias a Dios, son supervivientes de aquella efemérides, he visto los de dos actuales Cardenales de la santa Iglesia: los Emmos. Sres. Qui– raga Palacios y Bueno Monreal; los hoy Obispos, Excmos. Sres. Abilio del Campo, Demetrio Mansilla, Eduardo Martínez, Francisco Peralta, Aurelio del Pino y Angel Temiño. De los que allí hablaron y continúan en activo respecto de los estudios bíblicos, he recogido los nombres de los RR. PP. Prado, Esteve y Orbiso, y de los Dres. Millás y Cantera. Entre los que allí formamos la categoría de oyentes y, en años poste– riores, asistimos a las Semanas y hemos publicado trabajos sobre Sa– grada Escritura, gozando aún, gracias a Dios, de buena "salud bíbli– ca", encuentro una docena de nombres: Balagué, Celada, Dorado, Fernández (Juan), Leal, Luis Suárez, Páramo, Peinador, Quadrado, Rá– banos, Turrado y el que os habla, Serafín de Ausejo. (Y que me per– donen las posibles omisiones, desde luego no intencionadas) . Miradas hoy las cosas a la. distancia de 25 años, yo diría que aquella Primera Semana nos demostró lo que las futuras Semanas no deberían (1) T. AYuso, La primera Semana Bíblica Española, Zaragoza 1941, p. 16. (2) Ibid. p. 19, nota. [3]

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