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Quiso ser apóstol en el sentido más humilde, y también más difíci,I y complejo de la palabra; y por eso, se •hizo el hombre del Evangelio, que ni soñaba en separarlo del Antiguo Testamento, su prefacio. - Leía el libro sagrado con simplicidad, pureza, obediencia; examinaba el texto y lo repetía, pri– mero en voz alta, y luego poniéndolo en acción, a la manera de los "misterios", con sus discípu– los o sus oyentes, fortaleciéndose para contribuir a ,la realización del misterio del Evangelio. Esto no era nuevo en su tiempo ... , pero lo que Francisco buscaba era, ante todo, fijar fuerte– mente en la memoria del pueblo los hechos esen– ciales de la historia de la salvación. Trataba de recrear la figura, el símbolo exterior, para pe– netrar hasta el fondo de su sentido, la semilla de vida que encierra. Hay una completa oposición entre este método y el de los herejes. Estos se aferran a la Biblia, la levantan como bandera frente a la Iglesia, y se condenan a sí mismos a no entender nada; se excomulgan de hecho antes de ser separados de la unidad por la autoridad eclesiástica ... No siempre busca Francisco directamente en la Biblia su pan espiritual, sino en los textos leí– dos o cantados en los Oficios. Para un alma cándida como la suya, que se esforzaba por revivir toda la gama de la vida de Cristo, sus apóstoles y sus confesores, la liturgia adquiría un sentido revelador y personal que constituyó la fuerza, el gozo y el secreto de su vida .. . Para él, la Iglesia, el sacerdote, la Eucaristía, la Biblia, son aspectos diferentes del poder de Dios. La Biblia es la historia de la Eucaristía, y ésta el símbolo de la realización de la obra de Dios en la humanidad. (Op. cit., pp. 48-49) Lejos de buscar en 'la Biblia armas para evadir– se de la tradición, Francisco abre el libro sa– grado para sumergirse en ella. Así como el pro– testante se sirve de ella como un hábil abogado para defender su causa, Francisco ,la aborda con el ardiente deseo de encontrar en ella lecciones de humildad y abnegación. Todas las rutas tra– zadas por la tradición, como los senderos que él mismo abrió, son para él como otros tantos ra– yos que convergen hacia un punto central, que es la cruz del Calvario: Mihi absit gloriari nisi in cruce Dominl. (Op. cit., p. 52) LITERATURA Cuanto más se penetra en la vida de san Fran– cisco, más se advierte la influencia profunda que tuvo en él la Biblia. Lee la Biblia con la preocu– pación de· encentrar en ella el camino, la verdad, la vida, y se transforma en cada uno de los per– sonajes cuya vida o hechos lee. El conocimiento que san Francisco tiene de la Biblia es práctico y sentimental. Ve las ideas más que las palabras y los personajes más quj:I las ideas ... Ni la cuestión exegética ni la cues– tión histórica existen para él. Se siente en una galería de retratos vivos; está en fami'lia, verda– dera familia . Alterna con ellos, y todos tienen al– go que decirle. Está literalmente rodeado de una nube de testigos. El conocimiento de la Biblia en fray Elías (Carta a los hermanos sobre la muerte de Francisco) P.s muy dif.erente, es verbal. (Op. cit., p. 55) Después de entrar en materia (en su Carta al Capítulo general) Francisco pasa en seguida a la recomendación esencial de la Carta, la del amor y el respeto debidos al sacramento del altar; la fe en ese misterio de amor se le presentaba, en efecto, como la salvación de la Orden. ¿Se equivocaba? Un :hombre que cree verdade– ramente en la presencia real del hombre Dios en las manos del sacerdote que levanta la hostia, ¿podría no consagrar su vida a ese Dios y a la santidad? Costaría mucho creerlo. Es verdad que· legiones de devotos profesan la fe más absoluta en ese dogma, y no se ve que por eso sean menos malos; pero la fe para ellos es de orden intelectual, es la abdicación del ra– cionamiento, e inmolando a Dios su inteligencia son muy felices de ofrecerle un instrumento que prefieren no emplear. Para Francisco, la cuestión se presentaba .de otro modo: no podía nacer en su espíritu la 'idea de que pudiera haber algún mérito en creer en e.lfo; el hecho de la presencia real era para él de una evidencia casi concreta. Así, su fe en ese misterio, era un esfuerzo de su corazón para que la vida del Dios misteriosamente presente sobre el altar, se convirtiera en la savia de todas sus acciones. (Vida de san Francisco de Asís, p. 358) Predicación de san Francisco El sa'ludo característico de san Francisco ("El Señor te dé su paz") era como su "grito de gue- 119
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